El escritor John Berger, marxista sin carnet del partido comunista, ha escrito una novela epistolar De A para X. Una historia en cartas , que se ha convertido también en una instalación visual. De A para X (Alfaguara) evoca la correspondencia entre Xavier, insurgente, que ha sido encarcelado, y su único vínculo con la realidad, A´ida, una cronista de la lucha y la resistencia.

La instalación, que han elaborado la directora de cine Isabel Coixet y la arquitecta Benedetta Tagliabue, difunde la lectura grabada de una decena de cartas a cargo de actrices como Penélope Cruz, Julie Delpy, Isabelle Huppert, Maria de Medeiros, Sarah Polley, Tilda Swinton, Monica Bellucci o Leonor Watling. El escritor visitó Barcelona, donde conoció la instalación y habló de su novela.

--¿Qué experimenta cuando De A para X , se tranforma en otra cosa?

--Lo importante es que las palabras lleguen. Ayer (el viernes) visitamos con mi mujer Beverly la cárcel de mujeres en Barcelona. Algunas de ellas leyeron cartas extraídas de De A para X , que he creado a base de cartas entre un prisionero político y una mujer. Está inspirado en lo que ocurre en Palestina. La mayoría de esas mujeres, algunas con niños, estaban allí por tráfico de drogas con sentencias de entre 10 y 12 años de cárcel.

--¿Demasiados?

--Ellas no son criminales, seguramente cometieron el delito presionadas por un hombre o por la pobreza. Quienes crearon esa situación, la gente adicta a la droga, son los auténticos criminales. Los mentirosos y ladrones no son ellas sino quienes han creado el desastre económico actual, los que han favorecido el desempleo, y que reciben un bonus.

--¿Qué es un terrorista para usted?

--Este es un término difícil de usar porque se está cargado de prejuicios y se ha simplificado terriblemente. En principio se aplicaba a los movimientos de resistencia que utilizaban las armas contra el poder del Estado, aunque los llamados terroristas siempre han contado con muchas menos armas que el Estado. En Palestina son simples piedras. Para mí terrorista es cualquier ataque que pone en peligro la vida de civiles inocentes. El último ataque de Israel a Gaza dejó unos 2.000 muertos, la mayoría mujeres y niños.

--El significado de muchas palabras ha cambiado.

--Términos como terrorismo, libertad y democracia han perdido su auténtico valor desde que las emplean los políticos o sus portavoces. Hace un año estuvimos en Chiapas. Una de las cosas más interesante del movimiento zapatista es que ha inventado un nuevo vocabulario.

--Usted trabajó como periodista. George Orwell fue su primer editor. ¿Cuál han sido los grandes cambios para bien y para mal en el mundo de la información?

--La tecnología y la cantidad de información que uno dispone con internet. Pero no me gusta ser sentimental con el pasado. Siempre habrá buenos periodistas, gente que se preocupe de ver y mirar más allá del estereotipo. Gente que intente ser fácil de leer pero que no caiga en la simplificación, algo difícil pero posible. El buen periodista es el que no solo informa sino el que te conecta con la historia más allá de la inmediatez de un suceso, el que lo pone todo en perspectiva.

--Se trasladó a un pueblecito de los Alpes franceses y allí sigue. ¿Todavía aprende de la vida rural?

--Ni yo me sentía en casa en Inglatera ni tampoco mi mujer en su país, Estados Unidos. Allí creamos nuestro hogar, aunque al principio fui para aprender. Fue como ir a la universidad. Además, allí nació nuestro hijo Yves, que es pintor.

--En cierto modo, fue un pionero. Ahora muchos predican el slow movement y hasta la mujer de Obama defiende los huertos urbanos.

--Es curioso cómo ocurren los cambios. A veces tardan décadas o siglos en llegar pero de repente ocurren y todo va muy rápido. Barack Obama es presidente después de años de lucha a favor de la igualdad en Estados Unidos. Uno ha de vivir con un propósito, sin esperar soluciones pero trabajando para conseguir lo que busca.

--Tiene esperanzas de paz en Palestina.

--En Israel hay una minoría muy valiente que se opone de forma muy lúcida a lo que hace su país. Quizá crezca. Creo más en la sociedad civil que en los grandes partidos. Tengo esperanza de que tras la desastrosa invasión producida hace tres meses, con la que Israel perdió toda credibilidad, las cosas puedan cambiar. Pero se necesita tiempo.