A los 7 años empezó a escribir relatos. A los 14 firmaba poemas. A los 20 se identificó como escritor al ir a abrirse una cuenta en un banco y en ventanilla le soltaron: "Eso no es un oficio". A los 70, después de centenares de poemas, siete novelas e incontables ensayos literarios, un día sonó el teléfono para anunciarle que le daban el Premio Cervantes. José Emilio Pacheco (México, 1939) lleva tanto tiempo sintiéndose un intruso que ayer parecía tener ensayado el gesto de disculpa. "Perdónenme, pero tanta expectación es nueva para mí", no se cansaba de repetir.

No era un gesto impostado, sino el reflejo de la humildad que ha presidido su vida y sus escritos desde que agarró por primera vez una pluma. "Escribir fue mi única vocación. Bueno, es lo único para lo que sirvo; ni sé dibujar ni valgo para la música", contó encogiéndose nuevamente de hombros. Para colmo --se lamentó-- le dio por elegir la menos asequible de las formas literarias. "Escribir poesía es un misterio, porque todo está en contra de ella. Es un vicio como la cocaína, te obliga a trabajar en otras cosas para sufragártela", declaró.

Tenía a su lado a la ministra de Cultura, Angeles González Sinde, quien le dio ánimos ante el carrusel de homenajes que le aguarda hasta el viernes, día en el que recogerá el premio de manos del Rey. El poeta mexicano desgranó anécdotas y recuerdos para glosar el relato de su vida sin apearse en ningún momento de la ironía y el buen humor. "Mi minuto de fama me llegó algo tarde. Me temo que el dinero del premio lo gastaré en hospitales", pronosticó.

Recordó a su abuelo, pronunció epigramas, citó a Sastre, rescató a Nabokov y en todo momento dejó patente que la edad no ha mermado sus aptitudes de gran conversador. Atento a cada comentario, no hubo pregunta que dejara sin responder. Aconsejado por la ministra, se animó a seleccionar algunos versos de su poemario para improvisar un recital. De su cuenta propuso el poema Contra los recitales . Todo fuera por tomar distancia de un acto que le intimidaba y del que, según confesó, esperaba haberse librado "gracias el volcán islandés".