"Estos premios son un termómetro de la gente que te quiere y de la trascendencia de tu trabajo. De repente, exclamas: ¡Ostras, tan grande soy!", declaraba ayer un José María Pou "cansado" y "angustiado" por las mil y una llamadas y felicitaciones recibidas tras ser distinguido con el Premio Nacional de Teatro, que otorga el Ministerio de Cultura. El jurado, presidido por el director del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y la Música (INAEM), José Antonio Campos, reconoció, por unanimidad, "su excepcional trabajo de traducción, dirección e interpretación" de La cabra o ¿quién es Sylvia , que "confirma una vida de pasión por el teatro".

"Me gusta esta coletilla que alude a mi pasión por la escena porque lo siento como un reconocimiento a mis 36 años de trayectoria --explicó el galardonado--. Soy un privilegiado: nunca he parado de trabajar. Y eso que cuando empecé, en Madrid en los años 70, me decían que era buen actor, pero demasiado alto, que si fuera guapo me iría mejor... Y a mí me daba igual, yo sólo quería hacerlo bien". Pou recibió con "sorpresa y emoción" la distinción por un espectáculo que supuso su debut como director escénico.

Para él cada función es un examen y camina por el mundo como si fuera un joven de 18 años. "Me siento novato y nervioso cada vez que subo a escena".