El editor de Styria husmeó en los cuadernos de José Miguel Carrillo de Albornoz y allí vio un filón. "Pero esto hay que publicarlo", comenta el escritor que le dijo cuando empezó a hojear algunas de las anécdotas históricas que había ido recopilando durante años.

El escritor extremeño, especializado en novela histórica, un género para el que ha escrito obras como La reina triste , Jaque a la dama o El comendador de Alcántara , presentó ayer en Cáceres Las hemorroides de Napoleón . Ahí se cuentan quinientas anécdotas de todo tiempo y lugar empezando por la que da título al libro. Napoleón, viene a decir Carrillo de Albornoz, perdió su batalla decisiva, Waterloo, debido a unas inconvenientes almorranas que le impidieron dirigir el choque contra tropas británicas, holandesas y alemanas.

En este anecdotario hay tres referencias extremeñas sobre el traslado de Carlos V al monasterio de Yuste, sobre la única batalla que ganó España en el siglo XIX (contra Portugal, debido a lo cual, Olivenza pasó a territorio español) y aquella que refiere la visita de Alfonso XIII a Cáceres para inaugurar la línea de tren hasta Lisboa. De ahí salió Cáceres convertida en ciudad. Tras agradecer el alcalde al rey "el honroso título de ciudad", este recogió el guante y dijo que así sería en adelante.

Tesis doctoral

"Pretendo en algunos casos decir la verdad, dar una visión del hombre como un ser frágil, cargado de destino o que es capaz de sobreponerse a las dificultades", afirma Carrillo de Albornoz. Es decir, que el tenor Enrico Caruso no siguió el consejo de que se dedicara a otra cosa porque para la música no valía. Tampoco lo hizo Elvis Presley ("usted no sirve para cantar", le dijeron), ni Einstein se amilanó cuando le rechazaron su tesis doctoral ni Marilyn Monroe se vino abajo cuando le dijeron que como modelo no tenía mucho que hacer.

A quienes se rebelaron contra su presunto destino, un destino en manos de otros, se suman aquellos cuya gloria pone en entredicho el escritor extremeño. "Ahí se reflejan las fragilidades de los seres humanos, y desmitifico a los grandes personajes".

Y en esta operación de derribar de los pedestales a algunos nombres de oro salen perjudicados, por ejemplo, Clark Gable, cuya halitosis provocaba las furias de Vivien Leigh durante el rodaje de Lo que el viento se llevó .

También queda desmitificada la autoría del famoso grito de la guerra civil "¡No pasarán!", atribuido a Dolores Ibárruri, la Pasionaria, cuando en realidad fue la copia de un grito de guerra lanzado por un oficial a sus soldados en la batalla de Verdún durante la I Guerra Mundial. Y queda manchado el honor del escocés Alexander Graham Bell, que no inventó el teléfono, hazaña que cabe atribuirse a la estadounidense Elisha Gray.