Parece que todos los casos importantes van a su juzgado y, en consecuencia, Fernando Grande-Marlaska es un vasco capaz de intentar frenar a ETA, Otegi y HB con la misma profesionalidad y sentido de la justicia que con el turbio asunto del Fórum Filatélico. "Vasco y español", se define sin miedo este hombre discreto, poco amante de las entrevistas, que asegura que dejó su tierra, donde vivía amenazado, por Madrid. Pero, ante todo, emigró por esos extremismos, en relaciones personales y profesionales, que atrapan "dentro del binomio nacionalismo sí, nacionalismo no, ETA sí, ETA no".

"COMO CUALQUIER PAREJA" En declaraciones al dominical EPS, el juez habla con toda naturalidad de Gorka, su marido. "Llevamos viviendo juntos nueve años y nos casamos el pasado mes de octubre", puntualiza, reflexionando sobre los pocos matrimonios homosexuales que se han producido. "Casarse supone la salida del armario", opina, en referencia a "esas parejas de dos hombres o dos mujeres que simplemente parece que comparten piso". Una situación que no va con él. "Gorka y yo nunca hemos ocultado nuestra relación, sin hacer proselitismo ni exhibicionismo siempre lo hemos llevado normalmente, como cualquier pareja heterosexual", afirma el magistrado.

Gorka, filólogo, le siguió a Madrid incluso perdiendo su trabajo. Grande-Marlaska asegura que su marido es "euskaldún pleno, pero le da rabia que el hecho de hablar euskera le identifique dentro de determinados términos políticos. Y sí, habría que rescatar eso para todos".

Grande-Marlaska explica que no iba "abocado a la judicatura" y se encaminaba al mundo de la empresa. Pero las casualidades llevaron al abogado a unas oposiciones. No quiere burocratizarse ni perder el sentido de la justicia. Asegura que el despliegue mediático que rodea a sus casos no le quita el sueño, aunque sabe que sus resoluciones "siempre van a ser miradas con lupa".