Agatha Christie escribía con la dedicación exenta de romanticismo y trascendencia con la que hacía calceta o preparaba compota con las moras de su jardín. "Las mejores historias se me ocurren cuando friego los platos", solía decir cuando el periodista curioso se acercaba a ella. "Mi método sencillamente es sentarme a escribir". De creer esa celosa coquetería artística, no hay un misterio más en la extensísima obra de la autora que entre 1920 y 1976 escribió 127 libros y 15 obras de teatro, que debidamente traducidas a todas las lenguas concebibles la han hecho entrar en el Guinness de los récords como la única autora capaz de plantarle cara editorialmente a la mismísima Biblia.

John Curran, estudioso de Christie, ha descifrado las 73 libretas escolares en las que la autora tomaba las notas esenciales para sus novelas. El resultado publicado ahora en el volumen Agatha Christie. Los cuadernos secretos (Suma) refrenda que el método de la autora era un puro caos. Pero un caos fascinante para el especialista y para la legión de fanáticos de la obra de la autora. El volumen tiene además un bonus-track con dos curiosos relatos inéditos, La captura de Cerbero --una versión alternativa al homónimo que aparece en el libro Los trabajos de Hércules -- y El incidente de la pelota del perro .

CIUDAD NATAL La conversación con Curran tiene lugar en Torquay, la pequeña localidad costera del condado de Devon en la que la autora nació en 1890, cercana a muchos de los escenarios de sus novelas y especialmente a la mansión Greenway, una de las residencias más queridas de Christie. En noviembre del 2005, cuando la casa estaba en puertas de ser clausurada para la restauración definitiva que la convertiría en lo que es ahora, el museo dedicado a la autora, Curran acudió a la llamada del nieto y heredero, Mathew Prichard, que le dio carta blanca para hurgar en los papeles de la escritora.

"En la llamada habitación del fax, un cubículo estrecho cubierto de armarios donde se guardaban sus manuscritos y correspondencia privada, hice el descubrimiento de estos cuadernos, no tanto porque no se supiera de su existencia sino porque hice lo que nadie se había atrevido hasta el momento, descifrar la endemoniada caligrafía de la autora".

Lo que Curran descubrió en los cuadernos es que Dame Agatha era capaz de hacer una lista de la compra y a su lado un croquis para alguno de sus elaborados enigmas. "Ella tomaba notas en cualquier sitio, tenía siempre uno de esos cuadernillos a mano y en ocasiones llegaba a perderlos". Solo uno de los 73 cuadernos que puede verse en el Museo de la ciudad de Torquay, corresponde íntegramente a una novela, en este caso Diez negritos , el resto es un batiburrillo de maquinaciones, venenos que no dejan huella, estrategias letales e incluso declaraciones de impotencia cuando las tramas no acababan de cuadrarle: "¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?", puede leerse en una de las páginas. También reduce los argumentos a fórmulas casi matemáticas en las que se apuntan todas las posibles variaciones de una situación y que armaba de una forma aparentemente intuitiva pero que a tenor de los resultados es la única posible.

Curran no solo ha transcrito las notas sino que las ha puesto en relación con el resultado final armando e interpretando después una especie de puzzle policiaco, puro Agatha Christie.

Es conocida la respuesta que Christie le dio al novelista policiaco Nicholas Blake, nom de plume del poeta laureado Cecil Day-Lewis, padre del famoso actor, que intentó comprar a la escritora alguna idea que ella hubiera desechado: "Yo lo aprovecho todo". Los cuadernos de Curran atestiguan que no fue así, pero que tampoco le sobró mucho. Tanto que encontrar una obra inédita --es el caso de los dos cuentos-- es una absoluta rareza. El incidente de la pelota del perro es una versión abreviada de lo que luego sería su novela El testigo mudo y quizá por eso desestimó su publicación.

La captura de Cerbero es otra cosa. Una historia involuntariamente grotesca que ilustra muy a las claras el candor ideológico de la autora que a lo largo de los años se dedicó a proclamar su apoliticismo. Escrita en 1939, presenta a un líder alemán, en el que no es difícil reconocer a Adolf Hitler.