Nadie fue más consciente de su peso intelectual frente a la historia que Rafael Alberti. De ahí la importancia literaria e histórica de sus memorias, La arboleda perdida , en el panorama del siglo XX. Cuando se cumplen 10 años de la muerte del poeta gaditano, acaba de aparecer el volumen Prosa II. Memorias , sexta entrega de su Obra completa (Seix Barral) que recoge por primera vez todas las variantes y descartes de un libro que Alberti no dejó de completar y transformar a lo largo de su vida.

Alberti empezó a escribir sus memorias a los 36 años paralelamente a los últimos coletazos de la guerra civil, consciente de estar levantando el acta notarial de un final de etapa y como un intento de fijar una lejana infancia feliz. Pero eso fue solo el principio. A ese primer libro, publicado en México en 1942, se añadieron otros cuatro más y en la elaboración de la obra tardó el poeta cerca de 60 años.

TEXTO CAPITAL "Es el principal libro de memorias de la generación del 27, junto a las del también poeta y pintor José Moreno Villa", valora Pere Gimferrer, director del proyecto, mientras que, para Robert Marrast, responsable de la edición del volumen, es un documento de primer orden, "especialmente, sobre la vida cultural en la España anterior al conflicto bélico". Ahí está la amistad con Lorca, Dalí y Pepín Bello en la Residencia de Estudiantes, su relación con Pablo Neruda, sus viajes, su experiencia de la guerra y el exilio.

Prosa II , en sus más de 1.200 páginas, reúne como texto principal los cinco libros de la edición que Alberti consideró definitiva, publicada en tres tomos por Alianza en 1997. "Luego a partir de ese corpus he cotejado las ediciones anteriores --explica Marrast-- y el único manuscrito que se conserva del primer libro en la Biblioteca Nacional.

El libro se completa con Visitas a Picasso , crónica de su encuentros con el pintor en Francia, que fue concebido para ser incluido en las memorias, y unos capítulos del quinto libro aparecidos en la prensa, pero finalmente descartados.

Además, el trabajo zanja una de las cuestiones más espinosas de estas memorias. Y es la desaparición en la edición de 1997 de la mención a diversos amigos del poeta, como Luis García Montero, y en especial de Aitana Alberti, la hija del poeta y su primera esposa, María Teresa León. Pere Gimferrer es tajante frente a la polémica que enfrenta a la viuda, y segunda consorte, que controla los derechos del legado de Alberti y al círculo que apoya a la hija, apartada de la gestión.

Zanja la cuestión responsabilizando al propio Alberti. "Yo le conocí bien y no era una persona fácil. Si primero incluyó unos nombres y luego los eliminó fue por propia voluntad, dependiendo de su actitud en la relación con las personas a lo largo de los años. Y esta edición que incluye todas las variantes permite darse cuenta de esos cambios, que no siempre fueron de bien a mal. Por ejemplo, a Claudio de la Torre, al principio no quiso ni nombrarle y luego su relación mejoró y sí aparece con su nombre". Al académico las supuestas fricciones entre Alberti y su hija le parecen harina de otro costal: "Nadie debería meterse en la relación entre un padre y una hija". Tanto Gimferrer como Marrast se ríen de la presunta manipulación de un anciano (murió con 97 años) y deteriorado Alberti. "Si acaso él era el que manipulaba a los demás", afirma el académico, que recuerda cómo en una de sus últimas visitas le recitó el Polifemo de Góngora. "Podía parecer un ingenuo porque esa era una máscara para protegerse, pero estaba lejos de serlo", concluye Gimferrer.