Como a muchos de sus seguidores, la lectura de la anterior novela de Antonio Cabanas me resultó una decepción. Autor magnífico y todo un referente en la novela de ambientación egipcia clásica desde su espléndido libro La conjura del faraón (2006), el camino que transita esta magia incierta denominada novela histórica se interrumpió con El sueño milenario (2008), en un esfuerzo narrativo de emular a Wilbur Smith en una trepidante aventura como El séptimo papiro o la pasión de Manfredi en El faraón del desierto : la conexión entre el Egipto antiguo y la época actual acabó en desilusión.

Superado aquel escollo, Cabanas retorna con una épica de mucho mayor calado, apasionante, violenta y enigmática hasta al final: El hijo del desierto . De eficiente y simple estructura, la novela es el retrato de un Egipto imperial, de la magnitud de sus victorias y del expansionismo de los grandes faraones del Imperio Nuevo (de Tutmosis III y Amenofis II). Con el tono mayestático de las grandes epopeyas, pero sin la vocación de trascendencia de un ideal literario, la novela se expande con la efectividad de un gran narrador de las pasiones humanas. Cabanas prescinde del bagaje moralizante de los textos egipcios clásicos donde se inspira (las fabulas de los oficios, el libro del Amduat y los relatos burlescos) para recuperar la voluntad de una ejemplaridad heroica y trágica en plena XVIII dinastía. Tomando como a protagonista a Sejemjet (huérfano adoptado por una hechicera, recluta forzoso y guerrero implacable) nuestro personaje desarraigado y asceta luchará contra un destino que ni comprende ni controla, mientras un Dios invisible lo condena según sus divinos caprichos.

Transcendiendo el relato histórico habitual, Antonio Cabanas nos sumerge en un universo poblado por diosas y supersticiones, venganzas y grandes entusiasmos mientras evidencia (como en La conjura del faraón) la fragilidad de la fortuna y lo efímero de la gloria. Egipto será una geografía mágica de tempestades infinitas, arena y un sol omnipotente. Una Pléyade sobrenatural para un país fascinante, mágico y cruel entre breves diálogos y largas y seductoras descripciones.