Verano se presenta como la tercera entrega de un proyecto autobiográfico, precedida por Infancia y Juventud y centrada en los años (1971-1977) en que J. M. Coetzee (Ciudad del Cabo, 1940), a su regreso de una estancia en Estados Unidos, acabó su formación como escritor y se dio a conocer con sus primeras publicaciones. En las entregas anteriores, la vida del nobel surafricano se contaba en presente continuo y en tercera persona, desde la perspectiva convencional del narrador que se ve a sí mismo con la suficiente distancia para retratarse como si fuera otro. Verano empieza con la misma técnica, pero todo cambia de repente.

Se supone que Coetzee ha muerto y un tal señor Vincent, académico británico, ha recogido lo que en teoría iba a ser la tercera parte de su autobiografía, un mero y parcial borrador.

No habiendo conocido al escritor, Vincent nos ofrece la transcripción de sus entrevistas con cinco personas: una amante que retrata a Coetzee como un inadaptado, "autista en lo sexual"; una prima que lo quiso en la infancia pero lo recuerda como una especie de ser perdido dentro de sí mismo; una bailarina brasileña de la que él se enamoró hasta el punto de matricularse en sus clases de baile; un colega que no parece guardar la mejor opinión de él y una compañera de profesión, especialista en literatura africana, que se resiste a hablar de él como persona y se niega a calificarlo como un gran escritor.

No es precisamente un príncipe la figura que emerge del retrato en su conjunto. Solo el propio Coetzee sabrá (acaso) si el motor de esa autoflagelación pública tiene que ver con su infinita modestia o con una vanidad desmedida. O con ambas cosas a la vez. Porque este libro tiene mucho que ver con la noción de que, en la complejidad de las cosas, uno y lo contrario podrían ser lo mismo.

Coetzee es conocido por su renuncia a tener un personaje público. Sabemos poquísimo de su vida, apenas lo suficiente para resaltar que, en la época retratada en Verano , él no compartía con su padre la terrible soledad que asola el libro, sino que estaba casado y con hijos. También sabemos que su madre, ausente en el relato, estaba viva. En resumen, sabemos que nos miente.