En cierto modo la publicación de Inés y la alegría y del ciclo de episodios nacionales que inaugura es la lógica desembocadura del tipo de realismo que ha venido cultivando Almudena Grandes y es también una vasta expansión del interés por la guerra civil y sus venenosas consecuencias que demostró en Los aires difíciles (2007). La escritora ha sido acaso la más notoria exponente de un realismo de costumbres sociales y conflictos privados fundado en argumentos sólidos y personajes de psicología y conducta verosímiles. Nunca ha desdibujado el cuadro social en aras de la inmersión en el interior de sus personajes, de suerte que sus novelas y relatos han mantenido en equilibrio la fábula de una pasión con el testimonio de una época.

Esta primera entrega de unos episodios de los que se anuncian cinco se centra en la casi desconocida invasión del Valle de Arán, en octubre de 1944, por miles de combatientes del Ejército de la Unión Nacional Española según un plan trazado por el Partido Comunista. Se abarca el origen y el desarrollo de la operación, el abortamiento, la retirada y las consecuencias de ello en la resistencia antifranquista, en los cuadros de poder del Partido y en los luchadores anónimos que se jugaron la vida. La información sobre los primeros (Pasionaria, Carrillo, Jesús Monzón...) la proporciona la propia autora en interpolaciones historiográficas de intención didáctica.

Los héroes de la fábula están arracimados en torno a la pareja del capitán Galán e Inés, el militar comunista y la burguesa convertida a la fe proletaria. Y es ella el centro neurálgico de la novela como tal: una Venus dinámica y roja, surgida de una familia de derechas, valerosa amazona, diestra en artes amatorias y cocinera de ensueño que conquista a las gentes por la boca.

En Inés y la alegría palpita la vida de unos derrotados en la guerra que decidieron no resignarse y esa, la de insuflar veracidad a sus criaturas, es una virtud indiscutible de Almudena Grandes. Ocurre que ese don está contrarrestado por una verbosidad mal contenida, que nada añade a lo que se cuenta y sí resta al placer que de otro modo obtendría más completamente el lector.