Cuando Mario Vargas Llosa (Arequipa, Perú, 1936) preparaba los prólogos a las que él consideraba las mejores novelas del siglo XX, y que después recopiló en La verdad de las mentiras (2002), dedicó el primer estudio a El corazón de las tinieblas , de Joseph Conrad. Allí afirmaba que "...quienes, a base de audacia y perseverancia formidables, consiguieron movilizar a la opinión pública internacional contra las carnicerías congolesas de Leopoldo II fueron un irlandés, Roger Casament, y el belga Morel. Ambos merecerían los honores de una gran novela". El sueño del celta es su nombre y sale de la pluma del Premio Nobel de Literatura 2010.

El novelista incorpora su propia visión de la historia a lo que de fantasioso o increíble tuvieron todos los documentos conservados sobre Casement, el hombre que acompañó a Conrad por el Congo y que le hizo ver "el horror". Y en este apartado Vargas Llosa no tiene rival: en El sueño del celta la tarea de lectura y documentación previa es ingente, descomunal y titánica. Pero jamás abruma al lector. He aquí el primer mérito de esta novela: contar una historia como si todo fuera verdad escondiendo la mentira.

El segundo mérito estriba en el dominio absoluto y constante del creador sobre su criatura. La estructura de la novela queda perfectamente encajada en lo que el novelista se ha propuesto.

Con constantes idas y venidas a los episodios de Casement ya en la cárcel acusado de alta traición contra Inglaterra, la novela se desarrolla en tres espacios: el Congo, la Amazonía e Irlanda.

SIN PERDER LA SANTIDAD En el Congo Casement aprende "que no hay peor fiera sanguinaria que el ser humano", en la Amazonía se sabe inmerso "en las orillas de la locura. Un ser humano normal no puede sumergirse por tantos meses en este infierno sin perder la santidad, sin sucumbir a algún trastorno mental".

En la última estación de su vía crucis particular --Irlanda-- Casement intentará luchar por la independecia de un país que ya se sabe distinto.

En los tres escenarios asistimos al dibujo de un personaje que avanza desde la épica del fracaso hacia la crónica de una muerte anunciada.