En el Cáceres de 1914 Lolina Monfragüe interpretaba obras de los Quintero, Vidal Aza y Benavente en el Teatro Principal de la plaza de las Canterías, hoy desgraciadamente abandonado y aún pendiente de su justa recuperación para la ciudad. Lolina colaboraba así en una velada benéfica que acogió la sala, organizada por una junta de la que formaban parte Catalina Muñoz Torres-Cabrera, Jimena Vicario de Rodríguez Arias y María López Montenegro y García Pelayo.

Dicen que Lolina era una persona maravillosa. Su marido la llamaba la santa . Para ella hacer teatro era una forma de divertirse dentro de una ciudad que a principios del XX tenía muy pocos alicientes. Lolina formaba parte de una burguesía ilustrada vinculada a profesores de segunda enseñanza o funcionarios que tanto hicieron por la vida teatral de esta ciudad. Sus nietos José Manuel y Javier Pomet Correa la recuerdan como una abuela en el sentido más tierno y grandioso de la palabra. Los dos acudieron ayer a la presentación de El teatro en Cáceres. Archivos y documentación (1586-1926) , un libro de Fernando Jiménez Berrocal, licenciado en Historia por la Universidad de Extremadura y responsable del Archivo Histórico Municipal de Cáceres, y David Narganes Robas, doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Extremadura y profesor del Instituto de Enseñanza Secundaria Al-Qázeres.

El teatro en Cáceres hace un estudio histórico de este género durante los últimos cuatro siglos: desde finales del siglo XVI hasta 1926, año en que se inaugura la última sala que se abrió en la ciudad: el Gran Teatro. Editada por la Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura, la obra se distribuirá por bibliotecas y escuelas de teatro, y ya puede encontrarse al precio de 12 euros en la taquilla del Gran Teatro de Cáceres.

Precisamente su ambigú sirvió ayer para la presentación de este libro, acontecimiento que reunió a una variada representación de la vida cultural y social de la ciudad. No en vano, se trata del primer ejemplar de investigación que publica el Festival de Teatro Clásico en sus 20 años de historia, como recordó el director general de Promoción Cultural de la Junta de Extremadura, Javier Alonso de la Torre, que presidió el acto.

El teatro en Cáceres permitirá al lector conocer los espacios escénicos, las compañías que pasaron por la ciudad, los profesionales que las integraban, sus repertorios, los locales teatrales fijos, el público que acudía a ellos y, lo más importante, cómo la actividad teatral ha influido en el desarrollo de la capital, cómo sin esa actividad no se hubieran financiado importantes avances culturales, material sanitario, enlosado de calles, clases populares, alfabetización...

Así, la Casa del Pueblo se construyó gracias a funciones teatrales y el parque de bomberos nació en el verano de 1885 cuando por orden gubernativa el ayuntamiento compró una bomba hidráulica después de que tres días antes el teatro Variedades ardiera en llamas. El Variedades, tristemente desaparecido y que incluso acogió clases de adultos para desfavorecidos, estuvo ubicado entre las calles Nidos y Margallo. Se inauguró en el año 1886 y era propiedad de Juana Elguezábal Leguinazábal, una rica heredera del notario Saturnino González Celaya que invirtió su dinero en un loable objetivo frente a los hipócritas que definieron el Variedades como un centro de corrupción.

El estudio

El libro ha supuesto dos años y medio de investigación. Y aunque la investigación es un trabajo sórdido, triste y desagradecido, tiene su recompensa. "Cáceres era una ciudad aburrida y ese aburrimiento se perdía cuando llegaba una compañía de teatro", relataba ayer David Narganes, coautor para quien este libro es una reivindicación: "Cáceres debe ser conocida y entendida a través de estos locales", dijo.

Por el libro, como destacó Jiménez Berrocal, desfila la farándula en su conjunto, autores, actores, empresarios, gentes de todo pelaje y condición que mantenían viva la actividad teatral en Cáceres. Las míticas compañías de Vergara, de Solís, que venían de Badajoz, obras que había que presentar al síndico censor aunque estuvieran interpretadas por personas que en muchos casos no sabían leer y que aprendían los textos de memoria.

El libro narra todas esas historias de perdedores, de compañías que nada tenían que ver con las elegidas por el Reino sino que sortearon con habilidad y sacrificio todo tipo de adversidades, como Pedro del Toro o Martín Navarro, que, de nuevo según los hipócritas, llevaban una vida libertina pero que contribuyeron sin saberlo a hilvanar la realidad teatral a la historia de la ciudad.

Andrés Alonso, Jesús Cañas Murillo, Valentín Castaño González, Lorenzo Cordero, Carmen Fuentes, Antonio Herrero, Miguel Hurtado, Montaña Paredes, Mercedes Pulido, la familia Pomet Correa, Isidro Timón... todos ellos han colaborado parque este ejemplar salga a la luz, para seguir demostrando que el teatro es la mejor manera de remover las conciencias y de cambiar el mundo. Para aplaudir que hoy, como ayer lo hicieran Lolina Monfragüe en el Principal o Juana Elguezábal en el Variedades, Cáceres sigue amando el teatro y sigue regalando actores y compañías capaces de hilvanar la historia.