La escritora española (Barcelona, 1970) y mexicana (en México vivió diez años fundamentales) participa en el Aula José María Valverde de Cáceres

El año pasado Lolita Bosch pudo, por fin, llamarse legalmente Lolita. Ese fue el nombre que pronunció su padre cuando anunció el nacimiento de su hija en Barcelona en 1970. Y el que ella ha estampado en toda su producción literaria.

La Dolores de su documento de identidad desapareció y en su lugar quedó fijado Lolita. Fue un empeño suyo y un modo de homenaje o de recuerdo a su padre, ya fallecido.

A él y a la familia de él le dedicó La familia de mi padre , finalista del último Premio Fundación José Manuel Lara Fernández de Novela.

Bosch vive a caballo entre México, donde residió durante diez años, una experiencia determinante en su vida, y España. También ha vivido en India y Estados Unidos. Entre sus obras figuran, además, Tres historias europeas , La persona que fuimos y Esto que ves es un rostro .

A Cáceres llegó ayer cojeando. Se recupera de una lesión en una pierna producida mientras saltaba en una cama elástica, una rotura del ligamento cruzado y del menisco interno, "como la que tuvo Edmilson, el jugador del Barça", dice.

Expansiva, sonriente, habladora, como dice de sí misma, Bosch es una nómada. "Me paso todo el día viajando. Hasta mi perro me odia por eso". Y de su vida viajera ha adquirido cierta idea de lo que es: una escritora en dos lenguas (castellano y catalán) con "una conciencia de la mexicanidad. Me siento parte de su tradición literaria. Y si tuviera que ser de alguien sería de Juan Rulfo". Aunque "si pasara diez años en Rusia dirían lo mismo. Pero es cierto que a menudo me han dicho que soy mexicana; y, bueno, es algo que yo he elegido".

También ha elegido no volver a ciertas zonas del pasado, como recuerda en La familia de mi padre . "Hay lugares de mi infancia a los que no he querido regresar para no desmitificarlos. He querido que el recuerdo quede tal y como lo conservo".

Paraíso

"Todas las literaturas salen de la infancia", afirma la escritora. "Creo que Sandor Marai escribió algo parecido a que se escribe para volver a la infancia y al lenguaje. Es decir, una regresa a ese pasado no porque fuera un paraíso sino porque es el momento en que se adoptan las formas del lenguaje que hablan de ti, el momento en que una habla en primera persona de sí misma".

Del pasado más lejano ha escrito Lolita Bosch, pero también del presente, de su experiencia amorosa, de una ruptura sentimental.

¿Cómo narrar la intimidad? "En el caso de La familia de mi padre , él había muerto y quería conservar los momentos que tuve con él. Y sí, estaba el pudor que te impide exponerte ante la gente; pero eso se me curó en México. La intimidad es también el lenguaje, y a través de la escritura recuperé, por ejemplo, el momento en que aprendí a escribir. Una se explora mediante el lenguaje. No cura, no sirve de nada, pero... saber que puedes entrar en un lugar e inventar el significado, el sentido de lo que cuentas es... brutal. Además, no tengo la sensación de hablar de mí ni de que esto pase fuera de mí. No leo críticas ni nada de lo que dicen de mí. Lo vivo como algo literario".