Luciano Pavarotti, uno de los cantantes de ópera más populares entre el gran público, fallecido hoy en su Italia natal, quedará irremediablemente unido en España a dos de nuestros más carismáticos artistas, Josep Carreras y Plácido Domingo, con quienes formó el trío "Los tres tenores". Desde la Ciudad Prohibida de Pekín a la Torre Eiffel de París, ante decenas de miles de personas. Así popularizaron el género estas tres figuras, que cantaron juntas por primera vez, el 7 de julio de 1990, en las Termas de Caracalla de Roma, bajo la dirección de Zubin Metha.

Pero "Los tres tenores" no llegaron a España hasta el 13 de julio de 1997, cuando actuaron ante unas cien mil personas en Barcelona, en el Camp Nou, acompañados de la London Philharmonia y bajo la batuta de James Levine. Un año después lo harían en el Teatro Real durante la Gala de Reyes que homenajeaba a Don Juan Carlos en su sesenta cumpleaños, y donde los tres artistas se marcaron un chotis, organillo incluido. Fueron muchas galas, aunque la enfermedad y el fallecimiento del italiano ha dejado al trío sin su último concierto: la despedida en la Plaza Roja de Moscú.

Pavarotti se acompañó también de otras grandes voces españolas como Montserrat Caballé, con quien compartió escenario y con la que grabó el "Turandot" de Puccini o el "Mefistofele" de Boito. El cantante, quien traspasó las fronteras de la ópera provocando no pocos recelos, se rodeó de otros artistas españoles de estilos muy diferentes, como Enrique Iglesias y Mónica Naranjo, que colaboraron en la gala "Pavarotti and Friends" celebrada en Módena en 2000 para recaudar fondos para el Tíbet y Camboya, junto a George Michael y Tracy Chapman, con el Dalai Lama como espectador de lujo.

Una vida de éxitos

Después de su debut en 1961 en Italia, su primera actuación en España fue en 1963 en el Liceo de Barcelona, del que aseguraría en 1994, tras el incendio que lo arrasó, que "lo amaba", y que era "una gran tragedia para los amantes de la música y para la ciudad". Serían muchas las actuaciones del cantante del "fazzoletto"-pañuelo blanco con el que se enjugaba el sudor- por toda nuestra geografía, recogiendo la admiración de un público entregado, que, por ejemplo, agotó las entradas para el concierto que ofreció en Barcelona en 1987 en sólo cinco horas.

A lo largo de la década de los noventa, que comenzó en Madrid con un concierto y recogiendo doce discos de platino por las ventas de su disco "Tutto Pavaroti", visitó Sevilla, Gijón o Bilbao, hasta que en 1999 regresó a la capital para actuar en solitario en el Teatro Real, ya con menos ímpetu. Un año después provocó indignación y durísimas críticas por ausentarse, a última hora, del homenaje al desaparecido Alfredo Kraus organizado por el coliseo madrileño.

A su juicio, el público español era "muy competente y entendido" y la crítica era "precisa y técnica", según confesó en una de sus visitas a España, país que adoraba a excepción de los toros, aunque comprendía que "son una tradición". Amante de la buena mesa, el fútbol, los caballos y el deporte -acudió como espectador a las Olimpiadas de Barcelona 92-, también se involucró en el disco "Fundación Sabera", un proyecto de ayuda en Calcuta -que finalmente no llegó a buen puerto-, promovido en 2002 por Nacho Cano y en el que también cantaban Alejandro Sanz, Antonio Banderas, Serrat, Plácido Domingo, Bob Dylan y Sting, entre otros.

Su último concierto en España fue la Gran Gala del Xacobeo 2004, en Santiago de Compostela y ante 5.500 personas. A punto de cumplir setenta años, cansado, pero aún con el halo de gran figura, ésta fue su penúltima gira, en la que confesaba su deseo de disfrutar de su joven esposa y de su hija pequeña, "Alicia en el país de las maravillas".