Si las vidas de quienes se lanzaron a una experiencia de dos años de autogestión de la fábrica de electrodomésticos Numax en los años 70 hubieran fracasado en las dos décadas posteriores, Joaquim Jordá no les habría propuesto compartir públicamente qué había sido de ellos en este tiempo.

Pero no hubo fracaso, y así el cineasta hizo memoria con esos trabajadores que acometieron una iniciativa inédita durante la transición: se hicieron cargo de una fábrica después de que la empresa la abandonara tras un convulso periodo de despidos y huelgas. La gestión solo duró dos años. No hubo jefes y los salarios fueron los mismos para todos. Pero los productos no se vendían ante el boicot del resto de empresas del sector, y entre los trabajadores hubo debates sobre la forma de sacar adelante la empresa. Algunos, por ejemplo, se opusieron a la igualación de salarios. Así que finalmente optaron por acogerse al seguro de paro y cerraron la fábrica. Su última decisión fue realizar una película (Numax presenta , 1980) sobre estos sucesos, y se la encargaron a Joaquim Jordá. Este filme y su continuación, Veinte años después (2005), cierran hoy en la Filmoteca de Extremadura Cáceres el ciclo Cine y anarquismo.

Jordá formó parte de una "generación maldita", señala Pablo Nacarino, responsable del ciclo. Radicales, independientes, fieles a una idea del cine no convencional, el cinesta catalán, Víctor Erice, Antonio Artero o Iván Zulueta cimentaron sus carreras en los años 70. "No tuvieron la dimensión mediática, salvo el caso de Zulueta, que tienen hoy".

Y Numax presenta es precisamente "una de las joyas del cine de la transición". Jordá (Santa Coloma de Farners, 1935-Barcelona, 2006) debutó en los años 60 y dirigió sus grandes obras en los 90 y en esta pasada década: Monos como Becky (sobre la locura), El encargo del cazador (sobre la vida y obra de Jacinto Esteva, arquitecto, pintor y aventurero) o De niños (sobre una falsa red de pederastas del barrio del Raval en Barcelona). Todos documentales. Pero "él no creía en la distinción entre ficción y documental. Para él solo eran películas", afirma la viuda de Jordá, María Antonia Madroñero, que recordará hoy en Cáceres al cineasta.

Cuando Jordá rodó Numax presenta habían pasado nueve años desde su segundo largometraje, Los tupamaros que hablan . De hecho, Numax presenta iba a ser en origen un libro testimonio que recogiera la experiencia de aquellos dos años de autogestión, según recuerda Madroñero. Finalmente, como algunos obreros conocían al director, le propusieron que hiciera la película, que fue costeada con el dinero sobrante destinado a caja de resistencia.

De este modo, en el documental los trabajadores recuerdan su lucha en la fábrica antes de su cierre final. La intensa experiencia tuvo momentos azarosos: algunos obreros se maquillaban, otros se opusieron a que Jordá sacara (en una escena protagonizada por actores) bailando a empleados y empresarios, y hubo envidias acerca de las veces que aparecían en la película unos frente a otros. "Pero él tenía el recuerdo de que fue una buena experiencia. Y lo vivió como un trabajador más", señala Madroñero.

Años después, en Jordá fue creciendo la idea de retomar las vidas de los protagonistas de aquellos hechos. "Antes de contactar con ellos ya pensaba que si sus vidas hubieran sido un fracaso no haría la película, porque no tendría interés para él. Pero se encontró a personas, como se dice Veinte años no es nada que aunque no hicieron lo que quisieron, tampoco hicieron aquello que no querían hacer. El creía que eso justificaba una vida". El final de Numax presenta es el principio de Veinte años no es nada : una fiesta de despedida de los trabajadores, en la que expresan sus previsiones de futuro. Y en la continuación de aquel filme sus protagonistas, con sus vidas alteradas, cambiadas de lugar, con otros rumbos, se convierten en testimonio del último cuarto de siglo en España. Algunos han muerto. Otros, como Pepi, "llevó a cabo las ideas en las que creía" y se convirtió en atracadora de "atracos políticos". El filme es una reflexión sobre la transición ("sobre la que él era muy crítico") y un ejemplo del cine personal de su autor. "Sus proyectos no se hicieron para ganar dinero ni cuentan una historia con trama", dice María Antonia Madroñero. Y a pesar de las incontables dificultades por sacarlos adelante, nunca se hundió.