La ópera es cada vez menos elitista. Poco se podían imaginar los miembros de la camerata florentina, ese grupo que empezó a reunirse hace cuatro siglos en Florencia con el propósito de unir danza, música y poesía mirando a la Grecia clásica, que su experimento teatral llegaría a cuajar 400 años más tarde ante miles de personas en un estadio deportivo gracias al liderazgo de artistas como Pavarotti. Ya se sabe, la ópera no fue concebida para ser descontextualizada de su hábitat natural, el teatro, para ser representada frente a las pirámides o en un campo de fútbol. Pero es indudable que, en la era del márketing, el género que no hace un esfuerzo por abrirse a nuevos campos vitales corre el peligro de extinguirse.

En los últimos años se ha visto cómo la búsqueda de nuevos mercados ha sido una constante tanto en la programación de espectáculos como en el ámbito discográfico. Hacía falta promocionar el género y no hay duda de que fueron los cacareados Tres Tenores, es decir, Josep Carreras, Plácido Domingo y Pavarotti, quienes mejor supieron introducir el género al público de masas con multitudinarios conciertos en estadios deportivos, generando millones de beneficios. La fórmula fue usada varias veces. M. CEREIJO