Pese a ser una de las figuras más estimulantes del cine actual, Lynne Ramsay nunca lo ha tenido fácil, y que en 20 años solo haya rodado cuatro películas -entre ellas Ratcatcher (1999) y Tenemos que hablar de Kevin (2011)- así lo demuestra. Hoy estrena en España el thriller En realidad, nunca estuviste aquí, que obtuvo dos premios en el pasado Festival de Cannes. Lo protagoniza Joe (Joaquin Phoenix), un hombre violento que se dedica a rescatar niñas de la prostitución infantil.

-Aunque sobre el papel es un justiciero, Joe está en las antípodas del típico héroe de película. ¿Es una crítica a ciertos arquetipos de Hollywood?

-Sin duda. Detesto esas películas de acción protagonizadas por tipos que torturan y matan pero cuya moralidad nunca se pone en duda porque, según se nos dice, son los buenos. Quise poner patas arriba la idea del héroe americano. Joe no tiene nada que ver con 007. Vive con su madre y tiene tendencias suicidas, y encarna la impotencia de la masculinidad.

-La película ha sido comparada con ‘Taxi Driver’, ¿qué opina de ello?

-Me siento halagada, me encanta Taxi Driver. Yo no pensé en ella al hacer la mía, ni creo que Joaquin Phoenix tomara a Travis Bickle como modelo de interpretación, pero entiendo la comparación, tanto por los rasgos que los personajes de ambas películas comparten como por el peso que Nueva York tiene.

-De hecho, la atmósfera de la ciudad es un personaje más de la película.

-Sí, y su presencia es incluso mayor de la que yo tenía prevista. Rodamos en medio del verano y hacía un calor insoportable incluso por la noche. El aire hervía y, sumado al ruido incesante de las calles, esa atmósfera ilustra lo que sucede dentro de la mente de Joe, que está al borde del colapso.

-La película misma parece estar al borde del colapso...

-La hicimos en un permanente estado febril. Fue un rodaje muy loco. Y esa locura ha permeado el filme. Recuerdo que, durante las semanas que pasé filmando, a menudo me despertaba en medio de la noche con nuevas ideas, y aplicarlas planteaba dificultades que debían ser resueltas a las tres de la madrugada. Llegué a sentir algo parecido al síndrome de estrés postraumático que Joe sufre.

-El trauma es un ingrediente esencial de todos sus filmes. ¿Por qué?

-Vivimos tiempos traumáticos, ¿no le parece? Además, me paso el día viendo documentales, y ese cine pone el foco en los aspectos más problemáticos de la condición humana. Eso en parte explica que mis películas sean sombrías.

-También son películas que rechazan las convenciones narrativas. Su película hace un uso casi impresionista de las imágenes y los sonidos.

-Me aburren las viejas recetas narrativas. La gente paga mucho dinero para ir a ver una película, y a cambio los directores debemos ofrecerle experiencias cinematográficas diferentes.

-¿Siempre pensó en Phoenix?

-Sí, por la vulnerabilidad de la que dota a todos sus personajes y porque no tiene miedo de transformarse físicamente. Y porque es el mejor actor de su generación. Mis productores trataron de disuadirme, porque no suele dar entrevistas y pensaban que eso iba a perjudicar la promoción de la película. Pero me dio igual. Tenía que ser él.

-¿En qué medida su nueva película, que derrocha oscuridad y rabia, es consecuencia de su mala experiencia con los productores de ‘La venganza de Jane’, que le obligó a abandonar el rodaje un día antes?

-La experiencia me dejó muy deprimida. Fue devastador tener que dejar la película tras el trabajo hecho en el guion y con los actores. Pero los productores querían echar por tierra mi trabajo y mis ideas. Tuve que hacerlo. La industria del cine se ha convertido en enemiga de la creatividad. Muchos cineastas se han visto obligados a renunciar a proyectos estupendos porque los productores solo pensaban en el dinero y los Oscar y esa mierda. No quiero quejarme. Podría estar trabajando en unos grandes almacenes.