La realidad no es como nos la cuentan. Sobre este principio asumido por todos, pero tenido en cuenta por casi nadie, el novelista David Baldacci (Richmond, Virginia, 1960) ha construido un imperio editorial sustentado por una colección de thrillers políticos convertidos en superventas al poco de salir de la imprenta. Sus intrigantes historias suelen estar ambientadas en Washington y se adentran en las zonas oscuras del poder propulsadas por teorías conspiratorias. Por algo entre sus reconocidos admiradores están tres de los cuatro últimos presidentes de los Estados Unidos --Bush padre e hijo y Bill Clinton-- y de vez en cuando le invitan a la Casa Blanca para que asesore en seguridad nacional. "Interesa saber lo que nadie explica sobre el poder, aunque la mayoría de la gente sigue tragándose todo lo que le cuentan", razona el autor.

Baldacci está en España promocionando Toda la verdad (Ediciones B), su última novela traducida al castellano --aunque hay otras cuatro posteriores publicadas en inglés--, en cuyas páginas se dan la mano todos los elementos de su universo de ficción: un industrial del armamento logra hacer creer al planeta entero una mentira que sirve de excusa para desencadenar la segunda guerra fría. En su contra, un agente secreto y una tenaz periodista --los buenos de la novela-- pugnarán por sacar a la luz la verdad.

"¿La verdad? Ese concepto es muy complejo y nunca interesa. A veces, cuando se conoce, ya no sirve para nada. A los profesionales de la mentira solo les preocupa que sus historias calen entre la gente", explica el escritor, desvelando el origen de su novela. Fue a raíz de saber que hay agencias privadas dedicadas a crear mentiras y difundirlas entre la población cuando se preguntó cómo funcionaría en una novela suya un personaje que trabajase con esa misión. "Lo siguiente fue elegir la mentira. Pensé: que los rusos vuelven a la carga. A continuación me puse a investigar. Y luego, mucho después, me senté a escribir", detalla.

EL EXITO Así trabaja un novelista capaz de vender 65 millones de ejemplares en 40 idiomas en todo el mundo, tras situar a 11 de sus títulos en lo más alto del prestigioso índice de ventas de The New York Times . Y así ha venido trabajando desde que en 1996 diera el campanazo con Poder absoluto , un inquietante thriller que implicaba al inquilino de la Casa Blanca en un asesinato para ocultar un lío de faldas, historia que sería llevada al cine por Clint Eastwood. Aquel título acabó con la carrera de abogado que tenía en Washington y le convirtió en el autor de best-sellers que confirmarían sus obras posteriores. En ellas Baldacci se vale de los conocimientos que adquirió en sus años de leguleyo sobre los discretos hilos que mueve el poder para conspirar.

EXPERIENCIA LEGAL "Desde que debuté como abogado sé que es muy fácil hacer creer una mentira", dice entre risas. Sin embargo, el autor da especial importancia al sustrato de documentación que habita en sus ficciones. "El éxito de mis libros se debe a las investigaciones que llevo a cabo antes de sentarme a escribir. A veces acumulo torres enteras de papeles. Otros autores prefieren imaginarse esos datos. Yo los confirmo", explica.

Partiendo de esas investigaciones, tensa la cuerda hasta poner al lector frente a situaciones a priori inimaginables. ¿También irreales? "Cuando publiqué Poder absoluto cuestionaron que un presidente tuviera un lío de faldas. Dos años más tarde estalló el caso Lewinsky", responde. El autor asegura que lo difícil para él no es imaginar un argumento, sino trasladarlo a una novela, aunque en el debate entre realidad y ficción se sabe en el equipo perdedor. "La realidad siempre nos superará, aunque solo sea por estadística. La ficción la imagina un autor. La realidad la alimentan 6.000 millones de imaginaciones actuando a la vez", argumenta.

Las investigaciones de las que parten sus libros valdrían su peso en oro como textos periodísticos, pero él siempre tuvo claro que su sitio está en el lado de la ficción, no en el del ensayo. "Si lo que sugiero en mis relatos lo denunciara con nombres y apellidos, me pasaría la vida en los tribunales", dice. Por eso escribe novelas de intriga. Y porque esa es la literatura que le gusta devorar. "El thriller es el coco de los adultos. Nos gusta pasar miedo y sufrir tensión, pero con la seguridad que nos da sentirlos en sofá de casa", señala.