Un joven fantasea con las bragas de la chica del estanco. Una muchacha aborta a escondidas. Un borracho mete el pie en una letrina mientras espía a una pareja que hace el amor.

Mientras Japón protagoniza el milagro económico entre 1960 y 1980, Masahiko Matsumoto (Osaka, 1934- Tokio, 2005) y otros mangakus de su generación contaban pequeñas historias cotidianas y sórdidas muy alejadas de la imagen del Japón orgulloso de la discreción de sus geishas y del honor de sus shogunes.

La ecléctica editorial Gallo Nero trae a España La chica de los cigarrillos, una colección de relatos escritos y dibujados por Masahiko Matsumoto, originalmente publicados en 1974 y que permanecían inéditos en España.

Matsumoto (The man next door) fue uno de los miembros fundadores del movimiento gekiga (literalmente significa «imagen dramática») que revolucionó los cómics japoneses en los años sesenta. Algo así como el underground nipón.

«Lo que tenía Matsumoto era la capacidad de utilizar en sus historias cierta ingenuidad sutil y humorística, sobre todo cuando dibujaba la vida de gente ordinaria, para resaltar su encanto», dijo del autor que nos ocupa Yoshihiro Tatsumi, el más importante artista gekiga. Tatsumi, fallecido el año pasado, visitó nuestro país en el 2007 y dejó un buen puñado de obras publicadas en España (Qué triste es la vida y otras historias, Infierno, Goodbye Venga, saca las joyas, La Gran Revelación, Mujeres y Una vida errante).

Los autores de esta nueva ola del cómic japonés, donde había reinado con luz propia el dios del manga Osamu Tezuka (Astroboy, Adolf, Buda) orientaron su producción a un público adulto con historias que hablan de desempleo, matrimonios por dinero, represión sexual o alcoholismo.

Una careta de Astroboy, vendida por un buhonero en una feria de barrio, es en esta recopilación el único vestigio de la época dorada del tebeo nipón, olvidado por los nuevos aires y una sociedad de consumo aplastante.

Matsumoto ofrece en este volumen una colección de pequeños dramas urbanos, donde los barrios de Tokyo, sus callejones, tabernas y burdeles, son el escenario de leves tragedias protagonizadas por perdedores presa de la angustia que les produce el gran cambio social que se avecina sobre el Japón del último tercio del siglo XX.

La chica de los cigarrillos es una obra tremendamente localizada en el tiempo y el espacio, una crónica de la intrahistoria del Tokyo de los años 70, atrapado entre modernidad y tradición.

Sorprende en la obra de Matsumoto el papel de la mujer, auténtico motor de sus relatos. Mujeres anónimas que abortan a escondidas, buscan un marido con dinero o venden condones puerta a puerta. Son las Valentina, Paulette y Barbarella de Matsumoto. La imagen con que este artista retrata a los personajes, por lo general jóvenes sin gran cosa que hacer en la vida, es caricaturesca, casi infantil, pero el entorno es sin embargo muy realista: vecindarios lluviosos azotados por cables de la luz y ropa tendida donde viven gatos y vagos empedernidos.

Matsumoto tuvo una época muy fertil en los años 50, pero su apuesta por una producción más personal y artesanal, sin la intervención de asistentes, ralentizó su producción. Hoy podemos disfrutar de su obra gracias al trabajo de Gallo Nero, editorial que conjuga literatura e historieta.

En su haber hay obras de clásicos del cómic underground estadounidense, como Robert Crumb y Harvey Pekar, una edición de Cartas de África del poeta maldito Arthur Rimbaud ilustrada por Hugo Pratt, o El caso Pasolini. Crónica de un asesinato, historieta de Gianluca Maconi que reconstruye las últimas horas del cineasta Pier Paolo Pasolini. Como reza su web, Gallo Nero publica «los libros que nos han susurrado quienes somos». La chica de los cigarrillos nos susurra lo que fue Japón hace casi una generación.