Los fans de Manolo García están de enhorabuena. El músico ha roto tres años de silencio con un nuevo disco, Para que no se duerman mis sentidos, que a un mes de su salida al mercado rebasa ya las 300.000 unidades vendidas. Feliz con el resultado, el excantante de El Ultimo de la Fila vuelve a lo grande con una maratoniana gira que le tendrá ocupado hasta el 2005. Primero, en recintos medianos, auditorios y teatros. Y el verano que viene, plazas de toros y pabellones.

"Necesitaba salir de mí mismo y reencontrarme con la gente. Me alegro de volver a ver a mi familia, que sois vosotros", dijo García en el primero de sus tres conciertos en el Auditorio de Roquetas de Mar, con las entradas agotadas desde hace semanas y un público sobreexcitado que coreaba su nombre media hora antes de que él saliera al escenario.

Hay que estar despierto. Al fan que se le duerman los sentidos se quedará sin entrada. En Barcelona ya hay programados nueve conciertos (22, 23, 24 de noviembre, en el Teatre Tívoli, y 26, 27 y 30 de noviembre y 1, 3 y 4 de diciembre, en Razzmatazz) y a día de hoy sólo quedan entradas para los dos últimos. En Sevilla, Madrid, San Sebastián, Valencia y Granada tampoco queda mucho papel. Queda claro que había hambre de Manolo García.

NERVIOSO "Estoy nervioso porque nunca sabes lo que va a pasar. Yo vivo siempre una gran dicotomía. Necesito la soledad, temporadas de aislamiento total. Pero llega un momento que siento la urgencia de comunicarme. Por eso estoy aquí", reflexiona antes de su primer show.

Como sus letras, el nuevo espectáculo de García es un ejercicio de orfebrería: nueve músicos --tres guitarras, dos percusionistas, una violinista, un batería, un bajista y un teclista--, un decorado de intrincados peces-jaula de alambre fabricados por el propio artista y un repertorio que se acerca a las tres horas y abarca su discografía en solitario y un par de piezas míticas de El Ultimo de la Fila: Sara, llevada ahora a sonoridades arábigas, y Como un burro amarrado a la puerta de un baile, teñida de acento latino. "Prefiero los nuevos arreglos que las grabaciones originales", dice el propio García.

El tronco central son las canciones de su nuevo disco, que la gente ya corea como si llevaran años en la calle. En total, interpreta en vivo 12 de las 16 canciones de Para que no se duerman mis sentidos. Aún así, dada la duración del concierto, hay tiempo para seis canciones de Nunca el tiempo es perdido y hasta para ocho de Arena en los bolsillos. "¿Queréis que sigamos?", dijo tras dos horas largas de concierto. " Síiiiii!!", bramó la parroquia. "Vale. Es que a veces tengo la sensación de que puedo hacerme pesado y eso es lo último que pretendo", suspiró aliviado.

"Los espectáculos de Manolo García son así. En realidad duran más los bises que el concierto en sí", explica el guitarrista barcelonés Javier Mas, recién incorporado a la banda. Entrega, sudor, cercanía, poesía, esperanza. Esas siguen siendo las señas de identidad de un artista muy particular que dice sentirse cada vez más dueño de su carrera. "Hago lo que quiero y cuando quiero. Nadie me fuerza. Y ya no preocupa gustar o no", dijo.