El fotógrafo y poeta gallego Manuel Vilariño ganó ayer el Premio Nacional de Fotografía por el "intenso sentido poético y filosófico" que hay en su obra, según el jurado. El artista declaró que "el silencio y la soledad" han determinado todo su trabajo artístico, que se mueve "en el límite que une la vida y la muerte".

"Mi obra es profundamente espiritual, tiene que ver con la poesía del conocimiento", declaró Vilariño, cuya obra ha podido ser vista en Extremadura. El Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo (MEIAC) de Badajoz exhibió en el 2004 la exposición Señal en el aire , un proyecto que toma como referencia sus viajes a Las Hurdes y Extremadura. La muestra, compuesta por 55 imágenes de gran formato y una instalación, ofrecía un amplio panorama de la poética de este artista.

Ayer, Vilariño reconoció que la noticia del premio le había "sorprendido mucho", quizá por su carácter de "artista periférico" y porque, de alguna manera, él vive "fuera del espectáculo".

Vilariño (A Coruña, 1952), admirador de Gamoneda, Valente y San Juan de la Cruz señala que el mundo en el que se desenvuelve su fotografía es "el de los símbolos, el de las metáforas, y el lenguaje fotográfico y el poético se unen en el territorio de lo imaginario. Es el mundo de la ausencia, mucho más que el de la presencia", subraya.

Ajeno a modas, Vilariño entiende la fotografía "como documentar la existencia o la inexistencia, es decir, está en el límite que une la vida y la muerte", informa Efe. Vive en el bosque, a 25 kilómetros de A Coruña, porque la naturaleza "es muy importante" en su obra.