Javier Marías (Madrid, 1951) ingresó ayer en la Real Academia Española (RAE) acompañado de la cohorte de espectros que habitan su creación literaria y que han contribuido a considerarle uno de los mejores novelistas europeos del momento, merecedor del Premio Nobel, según Orham Pamuk, galardonado en el 2006. El cine, Stevenson, Dickens, Ortega, Cervantes, Juan Benet, su padre --el filósofo Julián Marías--, académico también durante 40 años, la traducción, el poder de la palabra y, cómo no, lo paradójico se sentaron con él en el sillón R, que ocupó antes su admirado Fernando Lázaro Carreter, tras un discurso en el que todos fueron citados para elogiar a la ficción como esencia del ser humano.

Los ministros de Cultura, César Antonio Molina; Educación, Mercedes Cabrera; el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, y los escritores Francisco Ayala, Fernando Savater, Vicente Molina Foix y Luis Antonio de Villena lo acompañaron en este trance en una hora tardía como las siete de la tarde de un domingo casi veraniego.

CRUCE DE IRONIAS Las ceremonias de la RAE siempre están revestidas de un boato y envaramiento que se relajaron con la ironía del discurso del nuevo académico y el cruce de ironías con su colega Francisco Rico --en ocasiones, un personaje más de las novelas de Marías--, que le dio la réplica de bienvenida.

Como dijo Rico, el "joven Marías" --apodo que le pusieron sus amigos en el inicio de su carrera-- empezó su discurso "con una confesión de humildad" y lo acabó "con una manifestación de arrogancia". El título lo decía todo: Sobre la dificultad de contar . En él se planteaba la paradoja de que un novelista, con una tarea "bastante pueril" --cita de Stevenson--, pueda ser académico cuando su misión es utilizar ésta para crear una ficción que se impone a la realidad, a la historia y a las biografías.

No solo es pueril, "sino absurda, una especia de trampantojo, un embeleco, una ilusión, una entelequia y una pompa de jabón". Hasta ahí la humildad. La dificultad de contar lo que ocurre está en la influencia de la subjetividad y de la lengua, armas que lo que hacen es "suplantar y falsear". Y "al menor descuido, uno adjetiva, y los adjetivos habitan en el reino de la imprecisión".

Pese a empezar denostando (aparentemente) la ficción, Marías abrió puertas a su reconocimiento. "Cuando contamos, raro es el caso en que no contamos más --o menos-- de lo que queremos contar", dijo. Si la gente fuera al grano, "nunca habría literatura". Si a esto se le añade que, con la edad, el lector desconfía de la novela, se preguntó: "Si bien se mira, ¿qué sentido tiene leer lo imaginado, lo solamente inventado, lo inexistente, lo ficticio, las figuraciones, lo que no ha tenido lugar, lo que no debe quedar registrado?".

El dio la respuesta. Las figuras históricas --citó a el Cid y los reyes de Inglaterra-- se ven realzadas gracias a un novelista. "Pese a la puerilidad del novelista, a su ingenuidad radical, a lo absurdo de su labor, ese novelista que inventa es el único facultado para contar cabalmente".