FECHA Y LUGAR DE NACIMIENTO AREQUIPA, PERU, 1936

ESTUDIOS LETRAS Y DERECHO EN PERU, DOCTORADO EN MADRID

OBRA ENTRE SU EXTENSA PRODUCCION DESTACAN ´LA CIUDAD Y LOS PERROS´, ´LA CASA VERDE´, ´CONVERSACION EN LA CATEDRAL´

Al final de la tarde, después de una visita a Trujillo el pasado viernes, Mario Vargas Llosa, uno de los grandes novelistas del presente, uno de los más reconocidos autores de lo que se dio en llamar boom de la literatura hispanoamericana, accede a una pequeña charla en el parador. Se sienta en un banco y descansa después de un recorrido de casi tres horas. "Tres o cuatro preguntas, ¿no?", dice. Ha venido a Extremadura invitado por la Unión de Bibliófilos Extremeños, que le homenajeó ayer en Almendralejo.

--¿Tiene la fiebre de la bibliofilia?

--Pues tengo primeras ediciones de Los Miserables , de Madame Bovary , muchas de Azorín, que es un escritor que yo descubrí cuando era estudiante y al que leo todavía con gran admiración y cariño. Tengo primeras ediciones de autores modernos que a mí me gustan mucho, por ejemplo Malraux y Ortega y Gasset. Pero no dedico mucho tiempo a rebuscar. Sin embargo, como los libros son mi gran pasión, si tengo la oportunidad de lograr una primera edición, sobre todo de un autor que me gusta, estoy dispuesto a hacer cualquier sacrificio.

--En su segundo tomo de memorias, Alfredo Bryce Echenique, su compatriota, habla con decepción de su regreso al Perú después de décadas viviendo en Europa. ¿Cómo afrontó usted sus sucesivos regresos?

--Yo creo que Alfredo tamiza esos pesimismos con notas de humor y hace mucho más suave la crítica. El, ahora, pasa temporadas en España, donde tiene muchos amigos, y otras temporadas en el Perú, donde también tiene amigos y es además su mundo de referencias como escritor. Así es que esa combinación de vivir a caballo entre España y el Perú le conviene. En mi caso, regreso periódicamente, pero por temporadas, de dos o tres meses, veo a los amigos, a la familia, me reencuentro con mis libros, porque la principal biblioteca que yo tengo está en el Perú y eso es algo que extraño mucho. Y, a la vez, también veo una cierta distancia porque paso tanto tiempo y, sobre todo, desde hace tantos años, en Europa, que hay muchos aspectos de la vida peruana contemporánea que ya se me escapan, o conozco mal o a distancia. Pero sí, las raíces están ahí. Para mí, lo que uno recuerda más es aquello que durante la infancia y la juventud lo formó; y aunque yo salí del Perú bastante joven, de hecho mi formación se produjo en colegios, en la Universidad de Lima; allí empecé a escribir. Es decir, que ese es un periodo importante en mi vida y es algo que no desaparece nunca. Siempre reaparece en cada uno de mis regresos a Perú.

--Y toda su literatura está marcada por la experiencia de esos primeros años.

--La memoria ha sido el gran material con el que yo he trabajado; por supuesto, usando mucho la fantasía, la imaginación; pero la materia prima, de base, ha sido siempre la memoria. Y de hecho, las experiencias vividas en el Perú deben haber sido las más importantes porque vuelven siempre a mis novelas, es verdad. Quizás tendría que añadir algo, y es que, aunque desde el punto de vista anecdótico se pueda decir que el grueso de mi obra sucede en el Perú, tiene que ver con temas y con una problemática peruana; sin embargo sin la experiencia europea yo no hubiera escrito esos libros como los he escrito. Mi estancia en Europa y lo que he vivido aquí ha sido absolutamente fundamental desde el punto de vista técnico, de la forma y la perspectiva. Creo que tengo una perspectiva sobre la realidad peruana y los problemas del Perú que se enriqueció mucho con la distancia. La distancia le permite a uno diferenciar mejor lo adjetivo de lo sustantivo, lo que es verdaderamente importante, esencial, de lo que es puramente circunstancial, y sin Europa no hubiera tenido jamás esa perspectiva crítica.

--¿Conserva aún el sueño de trasladar la experiencia europea democrática a su país?

--Fundamentalmente, una experiencia que yo quisiera haber trasladado a toda América Latina es la de la transición. Yo conocí España cuando era una dictadura, un país subdesarrollado, aislado del mundo, y he visto y prácticamente he vivido esa experiencia extraordinaria de la transformación de España de país pobre a país próspero, de país atrasado a país moderno, de una dictadura a una democracia, a un país totalmente abierto, integrado en Europa. Ese cambio de España es para mí uno de los hechos históricos más estimulantes de nuestro tiempo y en muchos sentidos se puede decir que es la historia feliz de los tiempos modernos. Esa experiencia yo quisiera verla reproducida en América Latina, así como ocurrió aquí, pacíficamente, sin grandes traumas. Es un modelo que en algunos lugares como en Chile ha tenido ya algunos efectos, pero por desgracia no todavía en otros países americanos.

--Su amigo Guillermo Cabrera Infante no pudo ver el fin del castrismo.

--Debe haber sido una de las cosas más dolorosas para Guillermo, ver que se le acababa la vida y que su país, con cuya distancia él no se resignó nunca, seguía en manos de Fidel Castro, y seguía siendo una dictadura tan anacrónica. Creo que él nunca perdió las esperanzas de volver a Cuba, de ver que Cuba se liberaba de la dictadura y que iniciaba un período de democratización. Así que me imagino, yo no lo vi los últimos meses, que esa idea debió atormentarle mucho.