Los últimos ocho años --los que han pasado desde su anterior libro, Aranmanoth -- no han sido fáciles para Ana María Matute (Barcelona, 1926) porque ha entrado y salido varias veces del hospital y eso ha ralentizado la escritura de su última novela, Paraíso inhabitado . Pero a sus 82 años, la escritora goza de una lucidez envidiable que le ha permitido volcar en el libro, desde hoy a la venta, su imaginario particular con un entusiasmo y frescura casi juveniles.

Ayer, Matute, que en septiembre recogió el Premio Extremadura a la Creación por toda su trayectoria, acudió a una cita con periodistas y libreros para hablar de un libro que reconoció como el único con elementos biográficos de su destacada narrativa. La literatura fue el acicate para recuperar la salud tras ocho meses enferma. No podía aceptar el "horror" de que alguien tuviera que terminar la novela por ella. En este afán ha habido trabajo para conseguir dejarlo el texto literariamente perfecto.

RESUMEN "Escribo porque necesito comunicar e intercambiar ideas y sentimientos", manifestó la escritora barcelonesa. Paraíso inhabitado , que publica Destino, bien podría ser el resumen de su obra: el escenario es una familia burguesa de la segunda república y la protagonista, Adriana, se refugia en un mundo interior habitado por seres mágicos que le ayudan a hacer frente al mundo real habitado por gigantes hostiles, que ella identifica con los adultos pero a los que se refiere como "adúlteros".

Cuando era una niña, Matute, como el último personaje salido de su fecunda imaginación, tenía en los libros sus mejores compañeros de juegos. Pero, al contrario que Adriana, no sufría si era castigada al cuarto oscuro porque allí desplegaba su fantástico mundo. Su cuarto oscuro de hoy es la literatura. "Si los demás te rechazan", dijo en relación a su personaje, "la primera regla es inventarse un mundo".

"No podemos imaginar lo duro que es ser niño. La infancia no es un paraíso", dijo la escritora, que denostó con vehemencia el maltrato a los niños. La infancia "marca de una manera tremenda".

De padre "muy catalán", viajero y mediterráneo, "amigo de Ulises" y madre riojana y severa, "amiga del Cid", contó con ironía, Matute tuvo una vida familiar mucho más feliz que la de su personaje. De su madre considera que le hubiera gustado ser como ella, "algo que no le dejaron ser". Ella misma, cuando su progenitora era ya mayor, le dio a leer a Camus, Sartre o Simone de Beauvoir.

La escritora ha volcado en el personaje de la novela las vivencias de un tiempo que no facilitaba, más bien al contrario, que las mujeres se expresaran en todos los sentidos.

Matute, siempre positiva y sonriente, solo se expresó con dureza y cierta rabia cuando recordó esos años de "moral hipócrita" en donde los matrimonios tenían que disimular sus desavenencias cuando estaban en público. A ella la "miraron mal" cuando se separó de su primer marido.