--¿Viaja para escribir?

--Ya no me gusta viajar por ninguna otra razón, aunque viajar ha sido para mí posterior al escribir.

--Primero fue Africa. Ahora, América.

--Me ha seducido América, sobre todo el extremo norte. En los últimos años ya he ido tres veces a Canadá y al Artico. El río de la luz es el primer libro de esta parte del mundo, pero habrá más. Me gusta en primer lugar por razones literarias, y en segundo lugar porque es una naturaleza que no ha sido muy dañada.

--¿Ya se olvidó de Africa?

--La tengo un poco abandonada, aunque Africa siempre está allí y siempre te reclama.

--En este último libro, Jack London parece ser su guía.

--Jack London es una de mis lecturas de juventud... y de senectud, porque ahora he vuelto a él. Se le considera de serie B, y los académicos piensan que es un autor para niños porque habla de aventuras, de naturaleza, de fronteras... Pero puede ser muy dramático. También trata del suicidio, de la soledad... Ha sido un buen pretexto para viajar por Canadá y Alaska.

--Se desvía para homenajear a Malcolm Lowry, el autor de Bajo el volcán.

--Lowry vivió 13 años cerca de Vancouver. Fui a visitar el lugar donde vivió, aunque antes era una cabaña solitaria junto a un lago y hoy es una zona residencial.

--La fiebre del oro de Alaska fue una gran epopeya a finales del XIX.

--Lo fue, y en un territorio durísimo. Había que navegar por el río Yukón, subir montañas muy altas... Movilizó a más de cien mil personas y los grandes diarios sensacionalistas compitieron por contarlo. Jack London también fue allí. Fue una gran locura.

--¿Qué es lo que más le ha gustado de este viaje?

--El paisaje y la vida del norte. Y la sensación de soledad. Canadá es 20 veces España y tiene solo 30 millones de habitantes. Alaska es tres veces España y tiene 600.000 habitantes. El respeto a la naturaleza es allí enorme.