Donde viven los monstruos no es, estrictamente, una película para niños, aunque su protagonista sea un crío de 9 años y por ella troten gigantescos muñecos peludos con ganas de gresca. El tercer largometraje de Spike Jonze es, en realidad, un melancólico tratado sobre la niñez o, mejor dicho, sobre cómo enfrentarse a los monstruos de la niñez: el miedo, la ira, la soledad o la tristeza. Estamos ante un filme tan extraño como hipnótico, tan sensible como doloroso, por lo que cuesta recomendarlo como película ligera de sobremesa para entretenimiento infantil masivo. Aunque no cuesta nada, más bien al contrario, recomendarla como joya a contracorriente, como arriesgada propuesta autoral desbordante de magia e imaginación. Una de las películas más emotivas del año. JULIAN GARCIA