Conviene aclararlo al principio. El 7º día es la película que uno esperaría, ahora que Extremadura va a producir su primer largometraje extremeño, que un director de la región presentara en las pantallas de los cines.

Lejos de la algarada política que se montó hace un año, con unos tonos alarmistas desorbitados, la última película de Carlos Saura no tiene nada que ver con algo que convencionalmente se denomina España profunda (y menos, Extremadura profunda).

Ni hay costumbrismo, ni hay tremendismo, ni hay recreación en la violencia. En realidad, ni siquiera hay Extremadura: la historia que se cuenta en esta película, si uno se fija bien, ocurre en Segovia.

Claro, que debe fijarse en las matrículas de los coches para averiguarlo. Porque no hay ninguna mención geográfica que sitúe los sucesos que se cuentan. Sólo un lugar llamado España: donde hay pueblos como éste, personajes como los que viven en la película, paisajes de verano como los que asoman en la pantalla: sí, un paisaje (físico y moral) bien parecido a España.

En ese lugar ocurren cosas como las que aquí se narran, pero que uno sólo puede ver como una ficción.

Más allá de esto, será mirar con ceguera o miopía. Y es de esperar que en Extremadura se miren bien las cosas y no se vea lo que no hay.

La historia

Contada desde el punto de vista de una de las supervivientes de la matanza ocasionada por dos hermanos, El 7º día describe la degeneración mental de una familia a partir de su enemistad de años con otra, especialmente a raíz de la muerte de la madre de aquella en un incendio no aclarado.

Saura abandona el esteticismo artístico y musical de sus últimas películas y trabaja en un terreno familiar para él: el de Los golfos , el de Dispara, dispara , el de La caza : un realismo seco, pegado a la vida de hoy, y traza un interesante y convincente retrato de un pueblo y sus habitantes, próximos, reconocibles, y que tan bien ha sabido mirar el escritor y guionista Ray Loriga.

Indudablemente su escritura contenida, poética, contribuye a alejar el fantasma de la exageración que sugiere esta historia de crímenes, y recrea en pequeños detalles, fielmente seguido por la cámara de Saura, los avatares cotidianos de sus protagonistas en la España rural de ahora mismo: sus aspiraciones, sus frustraciones, sus esperanzas.

Estructura emocional

En medio de ellos queda un retrato insuficiente de la violencia. Porque en el intento de no subrayarla (excepto en momentos concretos y sobre todo en el tramo final de la película) se aprecia una descompensación en la estructura emocional de El séptimo día : el crecimiento del odio en el hogar de los hermanos que buscan venganza hubiera necesitado de un mayor metraje, de una mayor carga emotiva, que se diluye como si se tratara de un eco: uno lo entiende, pero no lo vive intensamente.

Al margen de ello, es apreciable el trabajo colectivo de interpretación, del que destaca el de José Luis Gómez, tan poco pródigo en el cine que es una rareza y un espectáculo verlo actuar de nuevo. Pero todos dan autenticidad a esta crónica de un país y su pasado más primitivo.