Frankie lleva toda una vida preparando boxeadores y nunca ha tenido un título a tiro. Parece condenado a pudrirse en su cochambroso gimnasio, entrenando a mindundis y leyendo, para olvidar. Un día se presenta Maggie (Hillary Swank), una sureña que sirve mesas desde que tenía 13 años y ahora, pasados los 30, ve en el boxeo su única vía de escape de la mugre. Hace muchos años, Frankie (Clint Eastwood) entrenó a Scrap. Scrap (Morgan Freeman) pudo haber sido campeón del mundo, pero, en su lugar, perdió un ojo. Ahora trabaja para Frankie y, mientras, narra la historia de Million dollar baby , que estrena hoy en Badajoz. Nos cuenta qué pasó. Explica cómo la chica llegó al gimnasio, cómo Frankie trató de echarla, cómo logró finalmente que el viejo la entrenara, y todo lo que sucedió a partir de entonces, que es mejor no desvelar aquí. Y, así, el filme se convierte en una fábula, en la que, sin embargo, Scrap no es sólo un observador. Frankie y él llevan décadas conversando mano a mano. En estos intercambios llenos de ingenio, Eastwood saborea el confort y las fricciones de la vieja amistad. Los dos acarrean frustración y arrepentimiento, pero lo hacen con un fatalismo complacido, reconciliados con su soledad y con el poder denigrante de la edad.