´La semilla en la nieve´

Autor: Angel Campos Pámpano

Editorial: Pre-Textos

En ocasiones, el título de un libro nos llena de tanta luz que no parece conveniente abrirlo, y disculpamos su lectura y nos damos por conformes con la posibilidad de pronunciar esas palabras escasas en algún momento de sosiego; es lo que ocurre con un texto de Ossip Mandelstam que tiene algo de esta epifanía literaria, Gozo y misterio de la poesía , y que ahora viene tan a propósito de La semilla en la nieve donde ese gozo y misterio parece un augurio de los versos que ha reunido Angel Campos Pámpano en su última obra, editada por Pre-Textos en un libro hermoso desde la cubierta azul, con letras amarillas y blancas, hasta el colofón de Javier Fernández de Molina. Esta es una colaboración frecuente a partir de La ciudad blanca , de modo que el recuerdo de aquel libro, y de otros libros mayores de Angel Campos Pámpano, como La voz en espiral o Siquiera este refugio , confirman al lector que, más allá de la competición circular sobre el mejor libro, cuando una obra está bien construida, los textos llevan de uno a otro sin cesar y, por momentos, siempre al mismo.

Simplicidad expresiva

Sin embargo, el lector frecuente de Angel Campos Pámpano, el que encontraba en cada nuevo libro mayor simplicidad expresiva, la de esa escuela de la esencialidad que ocupa una parte importante de la poesía española de las últimas décadas, y en la que el autor figura como una referencia imprescindible, quedará deslumbrado, porque toda la poesía de Angel Campos Pámpano está en estos versos que son, al tiempo, los más innovadores y los más presentidos de su obra. Y más allá, los lectores, incluso aquellos que no frecuentan la poesía y se acercan por primera vez a sus versos, descubrirán en La semilla en la nieve algo de ellos mismos cuando pierdan, en la sucesión de poemas que evocan el misterio sensorial de la memoria, el miedo inicial a la fragilidad de casi todo lo que nombra la voz del poeta: estos poemas aparecen como una sesión de linterna mágica en la que se suceden, entre sombras y blancos cegadores, las imágenes del mundo reducido que crece en nosotros, y que en la geografía perceptiva del poeta cambia desde el imago mundi de la infancia hasta la medida justísima de su tamaño irregular.

A partir de la dedicatoria inicial, de las citas de Eliot, Vallejo y Celan, y hasta el dibujo que cierra el volumen, no se oculta al lector la naturaleza del texto, los poemas elegíacos que hablan de la madre ausente: nada en este libro huye de la experiencia del dolor, y ese debe ser el sentido que tiene un deseo universal de todos los poetas, borrar las palabras, el demonio de la poesía en uno de los versos de este libro. Pero el motivo original del duelo no es suficiente para explicar esta colección de poemas y su intensidad; no es extraño que, por su parte, el lector haya interpretado estos versos con la clave de ese otro que guardó sin entender muy bien y que recordaba que, en el poema, todo es signo, pero no todo es palabra.

Con la semilla de este signo nos hemos acercado a los veinte poemas de La semilla en la nieve , textos de un nivel sostenido como pocos libros ofrecen, y con algunos poemas sencillamente luminosos, como esa página final que contiene uno de los elogios a la poesía más intensos y emotivos que pueda encontrarse en nuestra lírica contemporánea: La nieve . Así se suceden los poemas, libres de signos de puntuación, de mayúsculas, solo el verso que necesita la respiración del ritmo del recuerdo y su cadencia segura: todo el libro es de una unidad aterradora, como un sistema orgánico que crece, como debe hacerlo en el misterio poético de la enfermedad el tumor del recuerdo y el aprendizaje del mundo y su costumbre.

La madre presente

La semilla en la nieve es un aleph de la memoria, la esfera infinita de la madre presente en el orden de las cosas y su significado, incluso en el orden final de la memoria y su selección. Ese universo será, en los poemas de Angel Campos, una acumulación de sensaciones básicas "el desayuno, la alcoba, el patio, las manos" y una ética de la iniciación poética: "Tu fortaleza, Tu secreto, La luz".

Poco a poco, en el fuego del recuerdo que arde en los poemas ("sólo una vez viste la nieve / el blanco de la nieve su fulgor") parece que incluso el Pushkin que cita ese poema decida, después de tanta luz ("sí, luz, más luz de este libro"), aceptar las virtudes sanativas de la poesía, sobre todo si esta habla del asombro total del mundo, conocido de la mano de esa experiencia que apenas se atisban, la que se condensa en la imagen fría de "La ceguera: borrando en las palabras su envoltura / para decirlas limpias / y que en verdad / reflejaran el mundo.