Raquel Mosquera, viuda de Pedro Carrasco y esposa del nigeriano de misteriosos negocios Toni Anipke, abandonó ayer la Clínica López Ibor, en Madrid. La peluquera ha estado más de un mes en tratamiento psiquiátrico tras ingresar de urgencia por prescripción facultativa a causa de una supuesta crisis de ansiedad. Desde entonces, la prensa rosa no ha dejado de investigar y documentar sobre el abanico de enfermedades mentales, y las posibles causas, que podían afectar a uno de sus rentables iconos.

Además, para no dejar flecos informativos sueltos, se siguieron las andanzas de Anipke, contabilizándose los minutos de sus visitas al hospital, los ingresos por las apariciones televisivas --carro al que se subieron poco altruistas amigos para completar los datos--, sin olvidar las teorías acerca de las relaciones del nigeriano con la familia de la internada. Incluso el pastor alemán de Raquel Mosquera, olvidado en la urbanización en la que tiene su casa la estilista capilar, tuvo sus minutos de dramática gloria televisiva.

AMOR CONTRA RUMORES Para evitar nuevos rumores sobre su crisis sentimental --se afirmó que Anipke había presentado la petición de divorcio para que ella se internase--, Mosquera, con jeans, pelo recogido, cara de alta hospitalaria y una sonrisa de enamorada, salió acompañada por Anipke, cargado de bolsas y pinta de jugador de fútbol americano. Sin que trascendiese su actual estado y tratamiento --tampoco se sabe con certeza la dolencia que la llevó a la clínica y a protagonizar escenas como mirar desde una ventana mientras sus labios mudos maldecían--, Mosquera y Toni se trasladaron a su casa en la sierra de Madrid. Allí aguardaba el fiel perro, que dio muestras de alegría al ver aparecer a su ama. Mientras, la hija de Raquel y Toni, que no ha cumplido los tres meses, estaba en casa de los padres de la peluquera. Ahora se espera la reaparición, hablada y pagada, de Mosquera en televisión. Anipke empezó ayer. Así podrán pagar una anunciada segunda luna de miel en Nigeria.