La pintura de una calavera mira al lector desde la oscura portada de tela del libro. Paula Bonet y Aitor Saraiba visten de riguroso negro (no se han puesto de acuerdo, aseguran). Son dos artistas poliédricos en absoluta compenetración. La dedicatoria con la que él abre el libro ya es toda «una sentencia» de lo que amagan sus páginas: «A mis amigos Antonio, que se quitó la vida, Agnés, que fue asesinada, y Gerardo, que murió en un accidente cuando todavía éramos unos niños». Por el olvido (Lunwerg) «es un libro vinculado a la muerte», admite Bonet. Pero, también, señala Saraiba, como todos los suyos, «es un exorcismo», que habla «de la búsqueda de la luz en la oscuridad» y «un homenaje a la amistad, a la vida y a toda esta gente que muere demasiado pronto, recogiendo así la herencia de Roberto Bolaño», quien, recalca, es «una excusa» para rendir también un «homenaje a la literatura».

Con texto manuscrito de Bonet (Vila-Real, Castellón, 1980), que ha recreado los diarios de Saraiba (Talavera de la Reina, 1983), este «metalibro» fusiona palabra, dibujo, pintura, fotografía y postales intercambiadas durante sus viajes en un colaje de memoria, emociones, poesía, lecturas y «lágrimas gastadas». Y Bolaño, del que este año se cumplen 15 de su muerte, planea sobre ellos.

ENFOQUE PERSONAL / «Un escritor no muere nunca, los lectores lo mantenemos vivo», afirma Saraiba. Por ello, dándole la vuelta al título del libro, surgido de un verso de Jorge Luis Borges -«Por el olvido que anula o modifica el pasado»-, retrata a aquellos amigos y personajes que no quiere que la historia olvide. Como Amelia, la anciana madre del novio de su madre, que siendo niño le contaba «relatos de posguerra, hadas, duendes y fantasmas», o su amiga trans Agnés, que luchó por los derechos de los transexuales en México hasta que fue asesinada en el 2012. «Ese tipo de muertes me marcaron ya cuando leí 2666. Ahí aprendí cómo Bolaño homenajeaba las muertes anónimas e injustas».

El autor de El hijo del legionario y Nada más importa proyectaba un libro sobre la vida del escritor chileno. Pero tras bucear en ella y seguir la pista de amigos y enemigos, llegó «a un lugar pantanoso» y lo abandonó. Hasta que soñó que Nicanor Parra le decía que «la verdad de Bolaño está en sus libros», y hasta que conoció a la artista valenciana y descubrió que el autor de Los detectives salvajes era tan importante para ella como para él. Y Bonet le invitó a olvidar el enfoque biográfico y a hacer algo más personal sobre su percepción como lector, a imagen de lo que ella misma hizo en 813, su particular homenaje a François Truffaut. Y Saraiba aceptó, a condición de que la artista se implicara.

Desde entonces se sienten «hermanados» y cómplices, hasta el punto de terminar las frases del otro. «Queríamos que el libro se entendiera como un juego de dos niños maravillados por lo que les alimenta...», dice ella. «...la poesía, la literatura, los viajes, el fracaso, las muertes, las tragedias, las abuelas...», concluye él. «Somos los dos a pecho abierto, desparramados, sin filtros, en la intimidad», añade Bonet.

SENTIMIENTOS COMPARTIDOS / «Unimos palabra e imagen para narrar una historia que parte de la experiencia de Aitor Sarabia -continúa-. Y he podido hacerla mía porque compartimos muchas cosas, como estar aislado en un pueblo y necesitar huir de él, construirse a sí mismo a base de lecturas, desaparecer en Latinoamérica, enfrentarse solo a la vida y la relación con la literatura y el arte».

Para la autora de La sed, que confiesa su «fascinación por el rostro humano», ha sido «un regalo y un reto» pintar más de 50 retratos de los poetas «indispensables» -de Anna Ajmátova a Borís Pasternak pasando por Pablo Neruda y Pier Paolo Pasolini- que Bolaño cita en el primer capítulo de Los sinsabores del verdadero policía, «una lección magistral de literatura».

Tras sufrir dos abortos y volcar «la oscuridad, la rabia, la pérdida y la angustia» que sintió en Quema la memoria, junto a The New Raemon, esta obra con Saraiba ha sido «una liberación». «En 813 me desabroché el corsé, con La sed logré quitármelo y con Por el olvido lo he quemado. He pintado y grabado arriesgándome con una libertad total».