Qué decir de una segunda muestra que repite en lo fundamental los mismos errores? El año pasado critiqué duramente este evento por haber cambiado, de golpe y porrazo, el modelo de aquellas Muestras de las Artes Escénicas de Extremadura -celebradas con éxito en 2008, 2009 y 2010-, que profesionales del teatro habían demandado tras su desaparición en la etapa del PP.

Este año, como en la primera edición, la ahora llamada MAE/Extremadura Escena/Muestra Ibérica de las Artes Escénicas (¡vaya cacao/maravillao/mental de quién o quiénes han puesto tan orate titulito!) ha seguido con la misma idea de convertir el evento en una mini/feria de teatro -un hecho comercial competitivo de algunas producciones extremeñas y de otros lugares-, cargándose el ejemplar carácter participativo de debates sobre los problemas y soluciones del teatro extremeño.

Este planteamiento organizativo impuesto tácitamente, que ha contado con funciones de 13 compañías (siete de Extremadura, una de Andalucía, una de Madrid, una de Aragón, una Canarias y una de Portugal), ha vuelto a levantar recelos por sus incomprensibles despropósitos.

En primer lugar, no se entiende por qué en una muestra de tan reducida participación -que subvenciona la Administración extremeña tratando de promocionar el teatro de la región- se incluyen compañías foráneas compitiendo con las extremeñas ante programadores de la región y del país. Asimismo, tampoco se sabe qué criterios artísticos siguen para la elección de las producciones participantes y quienes forman el equipo para la selección. Tales cuestiones resultan oscuras, sabiendo que en Extremadura circulan espectáculos mejores que la mayoría de los que se exhiben en la muestra ¿Acaso solo seleccionan los gestores culturales que figuran como co-organizadores de la actividad, que poco o nada saben de teatro?

En segundo lugar, la programación continúa fallando en crear espacios de debate. El tiempo que disponía la muestra para la discusión de ideas sobre organización y de creación artística ha sido sustituido por simples «reuniones de negocios» donde el tipo de diálogo se limita a que las compañías entreguen el dossier de su espectáculo a los programadores (que parecen una especie de ‘reyes magos’ entrevistando a las compañías, aunque muchos de ellos sean cabecillas de eventos de medio pelo, que vienen de sus regiones o país con todos los gastos pagados por la organización de la Muestra). Todo un paripé si consideramos el bajísimo número de compañías extremeñas contratadas el año pasado (solo a dos, según una encuesta que hice). Los pocos debates realizados hasta ahora apenas han sido teatralmente relevantes, oportunos y con efectos prácticos. En esta ocasión solo se ha organizado uno sobre la discapacidad en el mundo de las artes, que nada interesó a los artistas extremeños. A la sala, donde se impartió la charla, no asistió ninguno. Entonces: ¿No sería prioritario e importante hacer un debate sobre qué modelo de muestra necesitamos?

Pese a todo, la muestra ha mejorado este año la calidad de las producciones, mayormente las forasteras (lo cual logicamente no resulta favorable para la contratación de las extremeñas). Ninguna decepcionó, pero el público quedó encantado con ‘Atelier pata tempos mortos’ de Chapitô (Portugal), espectáculo satírico que aborda el tema de la vejez en un hospital geriátrico, y con ‘Amor oscuro, de Producciones Viridiana (Aragón), interesante historia sobre unos sonetos desaparecidos de García Lorca.

De las extremeñas, excluyendo algunas creaciones que no decepcionan pero cuyos componentes artísticos se repiten una y otra vez, destacaron: ‘Genoma B’ de Albadulake, espectáculo multidisciplinar -teatro, danza, circo, flamenco- dirigido por Juan A. Moreno y Ángeles Vázquez, magníficamente ensamblado para dar vida -exaltando una dimensión poético-ficcional de alcances simbólicos- a una versión novísima de ‘La casa de Bernarda Alba’, con cinco actrices y un cantaor llenos de virtuosismo en roles de legitimo efecto artístico. ¡El reto de Zeus’ de Panduro Producciones, obra infantil -escrita por Fulgen Valares- que recorre con nervio una rica gama de instancias mágicas y humorísticas glosando una bonita historia de amor en el Olimpo. La puesta de Olga Estecha es decorosa y dinámica, con clima, notables interpretaciones y buen gusto en la escenografía y vestuarios. ‘Edipo y los labdácidas’ de TAPTC Teatro, original narración dramatizada que recorre didácticamente y en clave de humor el ciclo Tebano con sus tragedias. La conduce con observaciones agudas Raquel Bazo, permitiendo introducir el contenido simpático y crítico a dos geniales humoristas: Francis J. Quirós y Jonathan González. Los tres, muy compenetrados, interpretan los muchos personajes deleitando al público. ‘Dioses y monstruos’ de la Escalera de tijera, pasacalles creativo dirigido por Rüll Delgado, que ya destaqué en este medio en mi balance sobre el Festival de Mérida.

No pude apreciar ‘EL gigante que quería ser pequeño’ de Samarkanda, función del día de la inauguración en el Gran Teatro. Injustificadamente, la organización abarrotó la sala de niños. Y los más de 200 profesionales invitados -programadores y artistas- destinatarios de la obra y también de las palabras de bienvenida del presidente Guillermo F. Vara y cohorte de políticos (apoyando todos la muestra), fueron ubicados en el gallinero de las plateas. Muchos se salieron tal vez por la incomodidad o por el desorden. Los sorprendidos niños fueron los que aguantaron unos discursos que poco entendían y la representación de una obra que, para colmo, resultó no ser para niños. ¡Menudo caos!