La chica del tren podría haber sido un sólido melodrama con ligera inspiración en la poética pictórica de Edward Hopper, ya que en el filme abundan las casas familiares situadas en zonas abiertas y despejadas, como perdidas del resto del mundo, y el punto de vista pertenece al de una mujer que, desde el compartimento del tren, mira lo que ocurre en ellas a través de las ventanas, y esos son dos de los grandes temas y formas de la pintura de Hopper.

Pero no, los tiros no van por ahí. La chica del tren, mezcla de melodrama sobre personaje desquiciado y de thriller, parte de un best seller literario y busca en todo momento convertirse en un gran éxito cinematográfico. No le faltan buenas credenciales.

Ante todo un excelente reparto femenino y cierta contención por parte de Tate Taylor al encarar una historia que podía írsele de las manos, la de una mujer trastornada por la ruptura matrimonial que cae en el abismo de la bebida (y de la locura), deambula por la vida y somete a un particular acoso a su ex, su actual compañera y el bebé de ambos. Las cosas se van estirando, y a medida que se estiran, se aclaran. El drama no es turbulento y la pesquisa criminal reorienta la trama por otros derroteros. Si Taylor es contenido, también se muestra en exceso pragmático en las tonalidades distintas del filme, y a la historia le falta algo más de pulsión e intensidad dramática. H

La chica

del tren

Tate Taylor

INTRIGA