La historia del arte español nunca podrá disgregarse del arte religioso, entre otras razones porque los antiguos mecenas costeaban grandes obras religiosas para mostrar al mundo su poder. Este fue el caso de los Suárez de Figueroa, los duques de Feria, que imprimieron a Zafra un aire señorial e hicieron de la villa un lugar majestuoso y monumental. Y para quien lo quiera comprobar no tiene nada más que recorrer los pasillos del convento de Las Claras, abierto al público como museo de identidad y espacio en el que contemplar siglos de historia.

Para constatar el poder de esta familia, basta saber que cuando los Suárez de Figueroa alcanzan, en 1460, el título de condes de Feria ya habían levantado grandes edificios, como el alcázar condal, construido entre 1437 y 1443, o el monasterio de clarisas de Santa María del Valle, fundado en 1428 para satisfacer la vocación monástica de las jóvenes de la familia y su iglesia para servir de panteón del linaje. Expresiones estas de su magnificencia que completan y amplían a partir de 1567, al convertirse en duques y grandes de España.

PROPUESTA DE RECORRIDO Ahora para explicar al visitante la historia de Zafra y mostrar su rico patrimonio cultural se ha puesto en marcha el Museo de Santa Clara, que forma parte de la Red de Museos de Extremadura. Instalado dentro del espacio que el convento del mismo nombre dedica a la clausura, en la comercial calle Sevilla, se trata de un museo un tanto especial, a caballo entre lo religioso y lo laico, que envuelve al visitante en la época dorada de Zafra.

A través de sus salas, se puede conocer cómo era la vida en el convento, cómo se desarrolla el patronazgo nobiliario y saber más sobre la historia de la ciudad. Todo en cuatro capítulos.

El primero, denominado Intramuros , muestra lo que supuso el nacimiento y difusión del franciscanismo y de su rama femenina, las clarisas. Esta idea se sintetiza en la celda de sor Celia.

La piedad nobiliaria , el segundo capítulo, repasa la historia del edificio desde que fue fundado por la Casa de Feria y muestra cómo sus nobles se preocupaban por el culto, enseña el panteón familiar, y refleja su gusto por coleccionar reliquias.

A través del tercero, La urbe ducal , se explica cómo el convento (con categoría de Monumento Nacional) se circunscribe en la historia de Zafra y cómo su desarrollo urbano es afín al ascenso de los Suárez de Figueroa.

El último capítulo, El legado de la magnificencia , que se centra en la iglesia conventual, advierte al visitante sobre cómo el pasado pervive en el presente.