--Dice usted que no hay un sueño americano, sino tres.

--El sueño de los españoles, que veían el continente como un lugar de pillaje, el sueño religioso de los puritanos, que querían erigir una ciudad en lo alto de una colina, una ciudad santa, y el sueño de los que llegaban con un pasado que olvidar para empezar de nuevo. Todo el continente se ha nutrido de los tres sueños, por lo que experimenta las contradicciones que hay entre ellos. Entre lo espiritual y lo material, entre ese empezar de nuevo y la imposibilidad de borrar el pasado.

--Los tres exigen eliminar. A los indígenas, al pasado europeo...

-Es contradictorio, porque también hay algo positivo en cada uno de estos sueños. La idea de prosperar, la idea de empezar de nuevo, la libertad religiosa...

--En este paisaje de sueños americanos, ¿dónde encaja Obama?

-En el drama central de toda la historia de América, la raza. Cuando llegan los puritanos a Nueva Inglaterra, y los ingleses a Virginia, y los españoles a Florida, siempre hay una colisión de razas. Y después con los esclavos. Obama es un capítulo completamente nuevo en esta historia, que yo estaba convencido que no llegaría a ver en vida. Que un afroamericano llegue a ser presidente es...

--Si sucede...

-- Yo era muy pesimista sobre sus posibilidades. Pero el agravamiento de la crisis económica ha retirado la guerra del centro de la escena, perjudicando así las posibilidades del viejo guerrero, McCain, frente a Obama, un joven intelectual, bien preparado, inteligente... Y la elección de Sarah Palin como candidata a la vicepresidencia ha empezado a alarmar a la gente.

--En su última novela, La reserva , hay referencias a la guerra española. ¿Qué representa para usted?

--Fue una de las raras ocasiones en que hubo norteamericanos que participaron en una guerra por puro idealismo. E intelectuales que admiro, como Dos Passos y Hemingway, se implicaron personalmente. Así que tengo un romance político y literario con España.