Durante varios años -casi una década- he criticado los altibajos organizativos y artísticos del festival, cuya programación mermada por los recortes de la crisis económica y cierta desidia de los políticos culturales (sobre todo en los cuatro años gobernados por el PP), habían alejado al evento de sus señas de identidad. Desde la edición 35 que empezaron los problemas, al haberse reducido a 10 espectáculos representativos de sólo cuatro comunidades, borrando de la memoria su carácter internacional y su vínculo con la danza contemporánea, el festival perdió sus objetivos de crecer e innovar, de lograr saltos cualitativos en la selección de espectáculos comprometidos con las nuevas tendencias y en metas concretas -organización de actos paralelos con un alto nivel de coherencia- sobre el papel que juegan los festivales trascendentes como lugar de encuentro y de diálogo. En estos cinco últimos años de decepción muchas de las actividades se fueron suprimiendo hasta convertir el festival (llamado, desde que se rescató en 1992, Festival Internacional de Teatro y Danza Contemporáneo) en un acontecimiento menor, en una simple y estancada ‘Muestra de Teatro’.

¿Qué ha pasado este año con el festival? No sé si las duras críticas, que recibieron la organización y los políticos culturales causantes de la decepción, han influido para que en esta 40 edición el festival haya tenido un cambio objetivo en la orientación y fundamentos que valoren el hecho teatral contemporáneo en toda su extensión y profundidad. Porque, manifiestamente, esta cita anual del teatro vivo en Badajoz ha recuperado con mayúsculas la internacionalidad, con excelsos espectáculos y con la organización de unas importantes Jornadas Internacionales Euroiberoamericanas. Un logro que ha contado con el apoyo firme de la Junta, según lo expuesto por su secretaria general de Cultura Miriam García Cabezas y la directora de las Artes Escénicas Toni Álvarez -participantes en las sesiones de las jornadas-, de reconquistar las actividades demandadas valorando la importancia y las prioridades que tenía ganadas el festival pacense en su historia.

De los espectáculos presentados, que por lo general han tenido un buen nivel de calidad o de aceptación del público, han destacado: ‘Ahora todo es noche’ de Eusebio Calonge, por La Zaranda (Andalucía/Cataluña), teatro profundo y divertido sobre el valor y el sentido de la vida, dirigido con maestría por Paco de la Zaranda e interpretado por sus tres magníficos actores; ‘Cendres’ de Gaute Heivoll/Yngvils Aspeli, por Plexus Solaire (Francia) que logra un montaje de impactante emoción y luminosidad teatral -sobre el tema del alma humana alternando entre la creación y la destrucción-, fraguado con la imaginería poética de marionetas y actores; ‘Electra’, creación colectiva de Chapitô (Portugal), donde vuelven a deleitar en un espacio vacío Jorge Cruz, Nadia Santos y Tiago Viegas con su depurada técnica actoral, representando con divertimento las escenas del mito sangriento de los Átridas; ‘El cartógrafo’ de Juan Mayorga, por Entrecajas, (Madrid), otro texto inteligente de este autor-director creando una bonita metáfora en torno a la leyenda de un dibujante prisionero en un gueto de Varsovia, en la que se luce con varios desdoblamientos del personaje José Luis García-Pérez; ‘Marat-Sade’ de Peter Weiss, por Atalaya Teatro (Andalucía), otro alarde de creatividad de Ricardo Iniesta sobre esta interesante pieza de teatro político, utilizando los objetos -esta vez los telones- con sorprendente belleza plástica; ‘La voz dormida’ de Dulce Chacón, por compañía de Salvador Collado (Madrid), un hermoso texto sobre el sufrimiento de las mujeres encarceladas en la posguerra, impecablemente interpretado en un monólogo por Laura Toledo.

Entre las producciones extremeñas resaltaron ‘La torre’ de Eugenio Amaya, por Arán Dramática, un interesante espectáculo -lúcidamente elaborado en su estructura de confrontación de personajes- sobre los turbios negocios urbanísticos en la España del pelotazo, con una valiosa dirección de Jorge Moraga y actuaciones excelentes de Cándido Gómez y Quino Díez; y “María Zambrano”, por Karlik Danza, espectáculo de danza-teatro-música ideado y dirigido por Cristina D. Silveira sobre relatos de la filósofa-escritora, inundados de imágenes que logran un sutil atractivo de plasticidad y poesía.

En las Jornadas Internacionales, dirigidas por Eugenio Amaya, dedicadas a conocer las características y los métodos de los distintos festivales internacionales actuales, han participado responsables y colaboradores de prestigiosos eventos latinoamericanos y europeos -Rodrigo Francisco, del Festival Internacional de Teatro de Almada (Portugal), Paula Echenique del Festival Internacional de Santiago a Mil (Chile), Teresa Brayshaw, del Flare Festival de Manchester (Reino Unido), Katrina Mäntele, de ¡Adelante! Festival de Teatro Iberoamericano de Heidelberg (Alemania) y Mauricio Celedón, del Festival de Aurillac (Francia)-. Los debates con políticos culturales, organizadores y artistas extremeños, han resultado estimulantes de ideas y consecuencias prácticas -extraídas de los distintos modelos de festivales- que han de servir como conclusiones para recuperar nuestro festival y enriquecer el panorama teatral regional.