¿En ese escenario? En ese escenario se puede representar cualquier cosa.

Hablábamos de ópera, yo había nombrado una Medea, por ejemplo, porque siempre asocio el teatro romano con obras grecolatinas (y eso que yo no soy purista), pero, realmente, ahí, como me dijo Krzysztof Wisniewski, de la Orquesta Nacional de España, cabe cualquier ópera. Ya vimos Salomé y Dido y Eneas, pero también están Orfeo y Eurídice, Alcestes, la Electra de Strauss, las Danaides de Salieri, o Ifigenia en Áulide. O todas las demás.

«Es que montar una ópera cuesta mucho dinero».

Sí, todo en esta vida, qué se le va a hacer. El pan, las hipotecas, las verduras, los coches, la gasolina, los medicamentos, las obras de teatro, los musicales, la ropa, los libros infantiles, viajar a París y casi respirar, en general. La actriz Victoria Rodríguez, viuda de Antonio Buero Vallejo, decía ayer que no había dinero para montar una de sus obras en su centenario. «Supongo que es consecuencia del chanchulleo político que hay, no quiero pensar que sea por no hacer un Buero».

Es gracioso que siempre se nos recuerde cuánto cuestan los eventos culturales, pero no, por ejemplo, que los españoles hemos perdido 26.300 millones de euros en ayudas públicas a la banca. O que 65 personas están acusadas por la Fiscalía Anticorrupción de robar (perdón: «apropiación indebida») 12 millones de euros. Se lo gastaron en ropa, viajes y comidas en restaurantes de los caros, porque no les daba el sueldo. Cobraban más de cuatro y ocho veces lo que usted y lo que yo, pero no podían pagarse una comida en un restaurante ni unos calzoncillos. La Universidad de Las Palmas decía en 2013 que la corrupción en España tiene un coste social de 40.000 millones de euros anuales, que una ya no sabe qué parte de la crisis económica viene por el lío tremendo de las hipotecas en Estados Unidos y qué porcentaje procede de que la gente ha robado por encima de nuestras posibilidades. No de las suyas propias: de las mías y de las de usted, que ese dinero era nuestro. Bárcenas, Nóos, las tarjetas black, los ERES, Mercasevilla, Palma Arena, Palau, ITV, los Pujol, la Púnica... Tenemos hasta un caso Pokémon. Go, go, go.

Con todo ese dinero, me hago yo unos hologramas de Alfredo Kraus y Maria Callas, los pongo en el teatro romano dirigidos por Arturo Toscanini redivivo y me sobra pa’ unas pipas.

Eso sí: cuando se habla de cultura, la gran pregunta es: “¿qué queremos? ¿cultura o educación? ¿cultura o sanidad?”, cuando la pregunta podría ser mucho más realista: “¿Rigoletto o la Gürtel?”

Entre otras cosas, porque una ópera no es tan cara. Sí, algunas producciones pueden sobrepasar el millón de euros, otras no llegan a 600.000 y, apurando mucho, porque además la orquesta aquí nos sale gratis (es decir, tiene su presupuesto y esas cosas), puede montarse por 80.000. Y sí: hay casi tres mil localidades en ese teatro, pero la ópera siempre ha llenado. Salomé tuvo cerca de 8.000 espectadores en sus cuatro días de representación. Eso implica recuperar inversión, para empezar. El problema que tenemos en Extremadura, y en el resto del país, es que la iniciativa tiene que partir de la administración pública (para todo) y luego ya, si funciona, los bancos (o las grandes empresas) ya dan dinero para el año siguiente. Y esta es la razón por la que una Ley de Mecenazgo, en España, no funciona. Porque no somos Estados Unidos y aquí queremos las cosas gratis. La luz, el agua, el brócoli y los cubatas, no. La ópera, los conciertos y el teatro, sí. Porque los cinco whiskies de garrafón a siete euros cada uno en una noche es una cosa asumible y una entrada al mismo precio para un espectáculo es un horror de caro y es que no se puede ir a ninguna parte.

Que alguien descubra a Verdi o a Strauss, eso ya no es cuantificable. Que la orquesta de la comunidad crezca y asuma nuevos proyectos, tampoco. «Es que Extremadura no es Madrid, ni Sevilla, ni Oviedo». No, no lo somos: el Real, el Maestranza y el Campoamor son muy bonitos, pero no van a poder competir nunca con el teatro romano de Mérida, le pese a quien le pese. Porque eso lo dice la misma gente que luego te espeta sin notar las contradicciones: «pero ya no tenemos complejos». Que sí, que yo de gestión cultural no tengo idea, pero tenemos una orquesta implicada, que ha hecho desde una Salomé a conciertos con Raphael; un director que acaba de montar un Fausto, que ha trabajado con Juan Diego Flórez, por ejemplo, que no es un megalómano y que ve que es factible hacer un ciclo de ópera (al menos con un par, póngannos pocas para empezar) en Extremadura. Hay público y los públicos se crean, también. De hecho, es lo que pretende la OEx con un nuevo ciclo: hoy se van a poder escuchar las bandas sonoras de las más grandes películas de Charles Chaplin. Proyectarán El chico. En pantalla grande. Es la historia de un abandono y de una lucha. En la cultura todo es lucha, al fin y al cabo.

Propuesta

‘El chico’, de Chaplin, con la Orquesta de Extremadura. Viernes, 30. 20.30 horas. Palacio de Congresos (Badajoz).