Terminó la 64 edición del festival que —sin entrar en un análisis de otras partes inconsistentes, como la falta de objetividad de un público o la mentida internacionalidad y los recuentos maquillados de espectadores— ha continuado en esa línea de perplejas novedades teatrales foráneas coproducidas por Jesús Cimarro, que no logran evitar una sensación de artificio comercial. La inauguración se hizo con Electra, un bolo de danza-teatro estrenado el pasado año en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, que aunque fue un buen espectáculo no representa ningún avance en la definición de contribuir a que el festival se distinga por la originalidad, elevándolo por encima de otros grandes festivales. Las otras producciones —ocho en total y un pasacalles—, han sido estrenos en Mérida, pero la mayoría enfocadas para la explotación en giras por el país, asunto que no favorece al festival, ya que supone un cambio negativo en la imagen de los espectáculos (no es lo mismo verlos en el Teatro Romano con toda su espectacularidad que menguados en una sala a la italiana) y un freno para que el público de los lugares donde se representan decida desplazarse a ver las funciones en Mérida.

Sin embargo, este año he observado un intento de mejorar la calidad en la adaptación de las producciones al espacio romano por parte de la organización y de las compañías, aunque la mitad de ellas resultaran un tanto precipitadas o chapuceras. De los ocho espectáculos cuatro resultaron buenos —La comedia del fantasma, Filoctetes, Hipólito y Esquilo…— y cuatro malos o mal adatados —Las amazonas, Nerón, Ben-Hur y Fedra—. Entre los buenos se impusieron los dos realizados por compañías extremeñas, que vuelven a entusiasmar. No les fue bien a las compañías debutantes programadas con cierto resabio comercial para los espectadores atraídos por el famoseo patrio. Su debut ha sido artísticamente una decepción. Las más veteranas, dirigidas e interpretadas por artistas que ya pisaron la arena romana, tuvieron mejor fortuna. Fue el caso de El Brujo, que se puso las pilas, pues ya había participado en seis ocasiones en el festival y en sus últimas actuaciones no había logrado el engranaje del espectáculo redondo.

‘Ben-Hur’

Espectáculo de nueva creación a partir de personajes o temas clásicos. Una versión paródica de Nancho Novo basada en la novela de Lewis Wallace y la película de William Wyler, que se estampa contra la pared tratando de crear inútilmente gags visuales y diálogos que reflejan el absurdo comportamiento del ser humano en determinadas situaciones (como las que lograron los geniales Monty Python en la película La vida de Bryan). Un montaje de Yllana Producciones, que debutaba en el festival, con muchos altibajos en el humor, el ritmo, la luminotecnia, el sonido y en la interacción —bastante forzada— de los actores.

‘Nerón’

Otro espectáculo con muchos actores televisivos debutantes. Texto moderno, alumbrado por Eduardo Galán, con un argumento que crea una confusa mezcla de didactismo y culebrón, resultando imposible separar la realidad de la leyenda negra del personaje. Al montaje de la compañía Secuencia 3 —que acusó la inexperiencia de enfrentarse a un gran espacio después de haber ensayado en otros más pequeños, tal vez pensando en la gira prevista— fallaron los ritmos que consiguen hacer vivas, inquietantes, las atmósferas. La representación discurrió plana y, en casi todos los momentos, con demasiado tedio.

‘Esquilo, nacimiento y muerte de la tragedia’

Rafael Álvarez ‘El Brujo’ presentó un nuevo monólogo, el cuarto después de hace cinco años. Esta vez, en un alarde de originalidad e imaginación —fruto de la investigación realizada en el antropomorfismo del mundo clásico griego y del oriente más antiguo— ofreció ‘Esquilo, nacimiento y muerte de la tragedia’, una magistral conferencia/espectáculo que revela las raíces humanas de los conflictos dramáticos, ilustrada con su conocido estilo propio de interpretación —de ideas, guiños cómplices, chistes, guasas…— inspirado en aquellos rapsodas de la poesía épica (transmutados con las técnicas juglarescas modernas del arte del histrión).

‘Filoctetes’

Esta obra de Sófocles, que nunca había sido representada en el Romano, resultó la mejor tragedia del festival. El espectáculo fue realizado por Producciones Bitò. De ‘Filoctetes’, un texto complejo con un conflicto de tres personajes —Ulises, Neoptolemo, Filoctetes— y un coro, logran una buena versión Jordi Casanovas y Antonio Simón, ajustando las escenas originales a un lenguaje que potencia los paralelismos con la actualidad, sobre todo en la política de intereses de poder. En el montaje, bien enfocado por la dirección de Simón, destacan -—entre otros elementos artísticos— una escenografía sobria de una playa con un barco encallado de Paco Azorín en rigurosa composición con video-proyecciones sobre el monumento que crean belleza, y la magnífica interpretación de Pedro Casablanc, que estruja y conmueve.

‘Fedra’

Un encargo de Pentación Espectáculos, con versión de Paco Becerra reducida a 6 personajes, que vuelve a desarrollar toda la acción centrada, delante de un panel escenográfico que en el Teatro Romano no se digiere bien porque ensombrece el monumento —en su belleza y posibilidades escénicas— e indica, una vez más, que el encogido espectáculo está pensado para la gira en otros espacios. Aunque en esta ocasión, el director Luis Luque, que maneja bien los cánones dramáticos del mediano formato, alcanza un correcto trabajo en la dirección artesana de los actores (destacando la solvencia escénica Tina Sáinz, en la nodriza).

‘Las amazonas’

Otro espectáculo de Pentación, con texto y montaje de Magüi Mira, veterana actriz de varias obras representadas en el Romano. La versión constituye una simplona síntesis del melodrama romántico Pentesilea (1806), del alemán Heinrich von Kleist. El montaje, en su conjunto, no acaba de cuajar como propuesta artística capaz de desarrollar una acción dramática con veracidad y armonía estética, al utilizar con poco sentido una mezcla de estilos que confunden. En la interpretación, del elenco que está formado por conocidos actores televisivos debutantes, como consecuencia de una mala dirección no destaca ninguno.

‘La comedia del fantasma’

Producida por la compañía villanovense Teatrapo, es un musical basado en Mostellaria (el fantasma) de Plauto que goza de la exquisita frescura y sutileza artística de gracias y gags de las producciones bien fait populares. Con versión de M. Murillo que en lo penetrante de sus diálogos identifica el tema de la corrupción de este país (representada en Luis Bárcenas y los banqueros). En el montaje, Félix Estaire ha sabido seleccionar una excelente música (de Cesar Belda), coreografía (de María Lama) y coral elenco de artistas capaces de dominar la actuación, el cante y la danza. Todos destacan —pero especialmente Ángel Ruiz, Eva Marciel, Noelia Marló y Juan C. Castillejo por sus excelentes voces y dinamismo farsesco— potenciando los recursos artísticos en una representación ágil, inteligente, divertida y con un vuelo escénico perfectamente acomodado al espacio del Teatro Romano.

‘Hipólito’

Interesante versión de la obra de Eurípides del cacereño Isidro Timón y Emilio del Valle (que la dirige), acrisolando una trama de cuadros yuxtapuestos recreados con armonía dramática en el difícil equilibrio de conseguir un discurso atemporal de las pasiones y los valores, abierta a múltiples interpretaciones y consideraciones. Con un montaje creativo de recursos dinámicos propios de la tragedia fársica, que del Valle sabe relacionar y que funcionan perfectamente. Destacando la debutante Camila Almeda (Fedra), en un seductor cuadro de su imagen desnuda y en el desgarro de su amargura cuando los fríos cálculos de la incestuosa pasión fracasan; y José Antonio Lucia (Teseo), dominando el espacio con vitalidad y fuerza expresiva.

‘Pasacalles temático’

También es justo destacar un atractivo pasacalles temático de Samarkanda Teatro de Almendralejo, que recorre la ciudad emeritense representando la victoria de unos personajes míticos invasores, al son del fuego (pirotécnico) y de la música.