Ya hay ambiente de toro. Ya las peñas preparan las casas , ya se sacan de los cajones los pañuelos rojos, los pantalones y camisetas blancas. Coria ya está más cerca de celebrar sus Sanjuanes. De hecho, la celebración de Los toros de San Juan, fiesta de Interés Turístico Regional, comienza el próximo martes 23. Nosotros aprovechamos esta celebración para conocer mejor esta localidad, cuyos orígenes se remontan a la época de los romanos.

Coria tiene un casco histórico incomparable, por el que el viajero puede pasear y disfrutar de cada uno de sus rincones. Merecen especial mención sus impresionantes murallas, de origen romano (siglo III-IV), con añadidos árabes y medievales, conservados casi en su totalidad.

Dentro de la ciudad hay que visitar la catedral de santa María de la Asunción, renovada a principios del siglo XVI por Martín de Solórzano y Bartolomé de Pelayo, destacando de estos años sus original portada del Perdón, en estilo plateresco, obra de Pedro Ybarra. La rejería del coro y la tribuna plateresca añadida a la portada gótica del lado del Evangelio son también obras de esa centuria.

La catedral tiene también una magnífica colección de pintura, escultura y orfebrería. También se puede contemplar un retablo mayor del siglo XVIII con tallas de Alejandro Carnicero, así como los sepulcros episcopales de Jiménez de Préxamo esculpido por Diego Copín de Holanda y el García de Galarza, Lucas Mitata. Tampoco puede olvidarse el viajero de admirar su coro, que luce una impresionante sillería mudéjar ( siglos XV-XVI), así como la reja de la capilla mayor (siglos XVI y XVIII) y los retablos de las reliquias (siglo XVIII) y de san Pedro de Alcántara (siglo XVII). En su museo catedralicio se exhibe además un trozo original del mantel de la Sagrada Cena.

Enfrente, está el palacio de los duques de Alba, con estilo gótico-renacentista y cuyo último dueño conocido es el escritor Rafael Sánchez Ferlosio. También tiene un castillo, dentro del casco histórico, hoy en día de propiedad privada.

Si el viajero quiere continuar con su paseo, puede ver la ermita de nuestra señora de Argeme, la Cárcel Real (reconvertida en museo), el convento de la Madre de Dios, su puente medieval o la iglesia de Santiago, entre otros edificios y espacios abiertos como la isla, en cuyos chiringuitos se puede comer.

Museo de la catedral

De vuelta a la catedral, hay que entrar en el denominado museo Catedralicio, que ocupa el claustro catedralicio, la Capilla de las Reliquias, el Baptisterio, el Vestuario de los Canónigos, la antigua Sala Capitular y la Sala del Tesoro, lo que da lugar a un magnífico conjunto museístico acorde con el entorno, en el que sobresalen las atractivas arquerías y las bóvedas de estilo gótico.

En el claustro, original del siglo XV, se expone una colección de fotografías muy didácticas y aclaratorias de lo que es la diócesis de Coria-Cáceres, de cómo se hizo la catedral, a lo que se une interesantes pinturas, esculturas y algunas sepulturas.Distribuidas por cada una de las dependencias que componen el museo, éste muestra, entre otras obras destacables, pinturas de talleres flamencos, realizadas sobre cobre en el siglo XVII, cuadros barrocos y trabajos en plata de los siglos XVIII y XIX.

En el Baptisterio, además de una interesante pila bautismal, encontraremos obras relacionadas con el sacramento del bautismo. En el Antiguo Vestuario de los Canónigos se puede ver la Virgen de los Angeles de Lucas Mitata, el tríptico de la Anunciación de Alonso Cañete o el Lignum Crucis y la Santa Espina. El mantel de la Santa Cena preside la sala capitular. La Sala del Tesoro y la Capilla de las Reliquias acogen interesantes recuerdos de santos, destacando las reliquias de san Pedro de Alcántara.

El excelente trabajo de rehabilitación y adecuación de las dependencias dedicadas a museo han logrado que en el recorrido museístico que comienza en el claustro y termina en la Capilla de las Reliquias, el visitante adquiere una idea del conjunto artístico que posee Coria.

Poco a poco este didáctico y bien relacionado catálogo de fondos artísticos, religiosos y culturales invita a detenerse para deleitarse en la contemplación de pinturas o esculturas expuestas en arquerías o bóvedas góticas con buena luz natural.

Museo de la Cárcel

El edificio de la Cárcel Real se empezó a construir a finales del siglo XVII (1686), sobre otra antigua construcción que también sirvió de prisión. Construido con ladrillo cocido y granito, se divide en dos plantas unidas por una bella escalera en granito. Aprovechando las que fueran en otro tiempo celdas y tras una interesante restauración, iniciada en 1998 y acabada en junio de 1999, el resultado final de este trabajo, ha sido la consecución de un edificio histórico brillantemente adecuado para su uso como museo y lógicamente como referencia histórica.

Alberga dos tipos de exposiciones bien diferenciadas al cabo del año. Por una parte, una permanente, en la planta baja, en la que destaca un bien organizado recorrido por los principales hechos históricos vividos en la ciudad desde la prehistoria hasta la época medieval, mostrándose hallazgos arqueológicos: útiles prehistóricos, estelas, verracos, estatuas romanas, entre otros.

La otra, está en la planta alta y es la dedicada a las exposiciones temporales renovadas a lo largo del año, donde el visitante encuentra temas tan variados como la etnografía, le geología, fotografía e incluso otras que aluden a fiestas o actos culturales.

Se observa también a primera vista que la rehabilitación y adecuación de la Cárcel Real como museo no ha impedido que el visitante aprecie el respeto al marco histórico sobre el que está hecho. De esta forma, invita a comprender que se está en un museo didáctico y actual, en el que desde que se entra la historia de este edificio lo envuelve todo, conservándose incluso los antiguos nombres de cada una de las estancias para mejor conocimientos de quienes se adentran en sus salas: Audiencias, zaguán, celda, alcaide, son sus nombres.

Y en este marco, tienen lugar las fiestas de los Toros de San Juan, que, al parecer, tienen su origen en un privilegio concedido por el rey Alfonso VII a Coria por el excelente comportamiento de sus huestes en una batalla contra las árabes que tuvo lugar después de la Reconquista. En un principio el privilegio consistía en poder lancear un toro el día de San Juan en la plaza Mayor, pero en una de estas ocasiones el toro se escapó de la plaza y comenzó a recorrer las calles. Los habitantes de Coria corrieron delante y detrás del animal. Con el paso del tiempo se convirtió en una costumbre, según cuenta la tradición popular. El origen de esta celebración puede situarse en el siglo XII.

Otra fecha señalada es el día del Corpus Christi, en el que sale en procesión el Santísimo. Asiste la corporación municipal en pleno y representantes de otras instituciones y organismos. Poco después, en el salón de actos, tiene lugar una sesión en la que se proclama solemnemente al concejal que ha de ser abanderado de San Juan. Será el encargado de la organización de los Sanjuanes y de la feria de ganado llamada de San Pedro. A continuación, se hace público dicho nombramiento desde el balcón central de la casa consistorial.

La fiesta empieza el 23

Pero la fiestas de San Juan comienzan propiamente el 23 de junio por la noche y el encierro se desarrolla en un lugar contiguo al antiguo ayuntamiento; este encierro dura hasta la madrugada y se lleva a cabo ayudados por los capeones. Durante toda la noche la ciudad es un hervidero de cohetes, sones de flauta y parchear de tamboril, así como de bailes y cánticos.

Esta algarabía y bullicio aumentan cuando, durante el encierro, el ganado es conducido hasta una de las puertas de la ciudad y, una vez dentro de las murallas, se le lleva a la plaza corriendo. Al día siguiente, después de tocar tres veces una campana, se saca el toro a la plaza para ser lidiado durante media hora, aproximadamente.

A continuación, y transcurridos otros tres toques de campanas, sueltan el toro por las calles, no sin antes haber cerrado las cuatro puertas de la muralla. Esta parte del espectáculo dura unas dos horas, tiempo en el cua residentes y turistas citan al toro a cuerpo descubierto y éste corre tras la multitud, que se refugia en casas cuyas puertas permanecen abiertas cubiertas con barrotes y en cuyo interior se vive otra fiesta: las de las peñas. Cuando el toro se acerca a la multitud, los asistentes se apiñan para ponerse a salvo detrás de las vallas o subiéndose a las rejas, y vuelta a la calle hasta que el toro muere. Hay días en los que hay dos, a las ocho de la tarde y a las cuatro de la madrugada, pero todos los días Coria es una gran fiesta.