La pasión de los pintores impresionistas por los jardines fue el origen de algunas de las obras más importantes del siglo XIX y principios del XX, y a ellas dedica el Museo Thyssen-Bornemisza una ambiciosa exposición de 130 obras.

Aunque el de los jardines es "un tema obvio y evidente" del impresionismo, hasta ahora no se había organizado ninguna exposición monográfica sobre uno de los motivos que mejor permite desarrollar los recursos más característicos de la técnica.

Así lo recordó ayer el director artístico del Museo Thyssen-Bornemisza, Guillermo Solana, que estuvo acompañado por Michael Clarke, director de la National Gallery de Escocia, de Edimburgo, museo con el que se ha colaborado para organizar la exposición y en el que se mostró el pasado verano una versión reducida de la misma.

Clarke, Solana y Clare Willsdon, comisarios de la exposición, han planteado un recorrido amplio y panorámico en el que el jardín es también una encrucijada en la que se dirime la elección entre la ciudad y el campo, lo público y lo privado, lo estético y lo productivo.