Paul Auster ha escrito una docena de novelas hermosas, misteriosas y metafísicas, algunas más divertidas, otras devastadoras, y todas, sin excepción, puramente austerianas. Porque Auster está presente, y no solo como voz autoral , en todas sus obras o cualquiera de las cuatro películas que ha dirigido. Llegó al cine de forma accidental. Wayne Wang leyó un cuento suyo y lo quiso llevar a la gran pantalla. Como no había rodado en Nueva York le pidió ayuda, y acabaron colaborando en Smoke (1995) y en Blue in the Face (1996). Casi una década después del fracaso que supuso su primera experiencia en solitario, Lulú on the bridge (1998), ha vuelto a situarse tras la cámara para rodar La vida interior de Martin Frost , actualmente en las pantallas españolas. De ella, y del oficio de cineasta, y del de escritor, y del arte en general, habla en esta entrevista.

--Ha definido esta película como un haiku , ¿por qué?--Básicamente, porque es muy pequeña. He trabajado con un presupuesto muy pequeño. Tras la debacle que sufrió Lulú on the bridge , era obvio que tenía que ser así. Por eso la escribí pensando solo en cuatro actores y en tres localizaciones. Fue literalmente editada en el guión. Es decir, que cada escena, cada línea de diálogo que yo escribí, está en la película. No he eliminado nada.

Lulú on the bridge

--Hablando de los malos resultados de Lulú on the bridge , ¿son el motivo de tardará nueve años en volver a dirigir?--No, he tardado nueve años porque yo no soy director de cine, soy escritor. Tenía ideas pendientes de desarrollar en forma de libro, y debo reconocer que los atentados del 11 de septiembre me afectaron profundamente. Necesitaba estar solo.

--Ni la crítica estadounidense ni la del festival de San Sebastián han sido favorables. ¿De qué manera le afecta eso?--Me afecta, pero no me hunde. De todos modos, tengo muy claro que, al menos en mi país, la crítica cinematográfica es mucho más dura, más maligna, que la literaria. Creo que, de alguna manera, han juzgado la película con prejuicios, que la vieron con ideas preconcebidas.

--Usted ya escribió una parte de la historia de Martin Frost en una de sus últimas novelas, El libro de las ilusiones . ¿Por que volvió a trabajar en ella y la transformó en un guión?--Hace tiempo, una productora alemana me propuso hacer una película de media hora para un ciclo llamado Relatos eróticos , que iba a incluir 12 historias breves de distintos directores. Escribí un pequeño guión acerca de Martin Frost, un escritor, y una misteriosa mujer que resulta ser una musa. Una historia fantástica, más o menos inspirada en la obra de Nathaniel Hawthorne. A medida que Martin avanza en la elaboración de su nueva obra, ella se debilita. Cuando escriba la última palabra de su texto, ella morirá. Finalmente él se percata de lo que ocurre y quema el manuscrito para tratar de revivirla. Así terminaba la primera versión de la historia. Entonces no la rodé porque no me convencieron las condiciones de pago y creí que no daban suficientes garantías a mi equipo. El borrador quedó en un cajón de mi escritorio, pero nunca me olvidé de él.

Relatos eróticos

--Dice que su filme es extraño, excéntrico. ¿A qué se refiere?--A que no puede tomarse literalmente, es una historia deliberadamente absurda. Aparecen mujeres como por arte de magia en tu cama, fontaneros extraños que escriben historias... Se trata de un acercamiento metafórico a lo que es la inspiración del artista, o el amor.

--¿Es una comedia? ¿Una tragedia?--Sé que acabo de decir que es una fantasía, pero también creo que, si hablamos en esos términos, es como la vida misma: trágica y cómica a la vez, absurda y, al mismo tiempo, profundamente significativa. Siempre he tratado de dejar clara esa dualidad en mis historias. Por un lado, creo que es la forma más honesta de mirar el mundo. Por otro, algunos de los escritores que más me gustan: Shakespeare, Cervantes, Dickens, Kafka y Beckett, son maestros en la combinación de la luz con la oscuridad. Además, el humor es importante porque atenúa el patetismo de la situación de Martin.