Normalmente dedico bastante tiempo a observar pintura o escultura. Hoy me tomo la licencia de escribir sobre otro tipo de obra de arte, distinta de las que acostumbran mis ojos, los mismos que el martes han llorado de risa y de emoción con una obra maestra. Se trata de la película del pacense Curro Velázquez, su ópera prima.

Voy a evitar regodearme en recursos literarios; no pretendo un texto intenso e intimista; me gustaría manifestarme con la misma frescura y naturalidad del guion de Curro, aunque soy consciente de mis limitaciones. No soy crítico de cine, ni lo pretendo, me falta criterio. Yo solo hablo de emociones. En ellas sí lo tengo.

‘Que baje Dios y lo vea’ es una comedia sobre la lucha de varios monges que pretenden evitar la venta de su monasterio a una red hotelera. Para ello se inscriben en la Champion Clerum, una liga de fútbol eclesiástica con presencia en la vida real. El director juega con emotivas historias de superación, poder y amor, en un entorno caricaturizado con la mitología cultural de nuestra sociedad. Aunque la religión y el fútbol son protagonistas en la película, ninguna de los dos temáticas se lleva el protagonismo. Creo que este es el mayor mérito del director, magistralmente conseguido, sin molestar a minorías ni profundizar en divergencias transcendentales. La peli es pura diversión.

‘Que baje Dios y lo vea’ concede al espectador numerosas sensaciones, todas ellas positivas. Sobretodo regala carcajadas imprevistas. La risa es la medicina más importante para hacer de nuestro mundo un lugar mejor, feliz y más sano; y Curro nos ha dado una gran lección al respecto. Nos ha demostrado con este nuevo trabajo ser un actor fundamental en la generación de felicidad. Fabricar risas y transmitir alegría debería estar premiado. No se puede pedir más generosidad a un ser humano.

Todo análisis de cualquier obra de arte conduce a la mente de su propio creador. Particularmente, imagino la cabeza de Curro como un hogar en el que conviven el humor, la libertad creativa, la sencillez, el amor, la observación, los valores emocionales, la honestidad y el trabajo. Y me imagino la convivencia entre ellos con cierto cachondeo, la verdad; porque para conseguir un resultado como esta comedia, además de brillantez en su intelecto, debemos reconocer que también hay que estar un poco colgado.

Soy un apasionado del realismo figurativo en el mundo del arte. Acostumbro a valorar otro tipo de trabajos visuales. Pero hoy me he emocionado ante una comedia en el cine. Me pregunto de nuevo si en el fondo de lo que llamamos amor al arte, el ilustrativo y el cinematográfico son artes tan distintos. Ignoro si es un atrevimiento manifestarlo, pero si se me permite, me gustaría aplicar conceptos pictóricos al cine. Creo que estamos ante una comedia figurativa irrealista, en la que es difícil permanecer serio e impasible más de cinco segundos seguidos.

Es precisamente el éxito de su pretensión lo que me emociona durante la proyección. Ha conseguido hacer reír a un amplio espectro de personas durante una hora y media. Nos contagia su divertida manera de ver la vida.

Curro despeja en 92 minutos cualquier atisbo de duda sobre su conceptualización artística. No podía ser otro que el séptimo arte. En esta película aplica con exactitud la famosa expresión «y cierra el círculo». No pasa desapercibida ni la música, magníficas piezas ‘ad hoc’ que contribuyen a partirte el pecho o fundirte el corazón.

Me doy cuenta de la importante labor de Curro como cineasta. Tras llegar a casa y contarle a mis hijos la premier, el mediano me ha dicho que quiere ser actor. No puede uno imaginar la pasión con la que habla hasta que no la reconoce en los ojos de su interlocutor. Hoy, sin pretenderlo conscientemente, le he transmitido a mis hijos amor por el cine, un amor inexistente en el pasado, pero del que ahora soy plena y felizmente consciente.

Como resumen a todo esto, solo puedo decir que la película ‘Que baje Dios y lo vea’ es una COMEDIA DIVINA, o mejor dicho, una DIVINA COMEDIA.