La publicidad de El gran Vázquez dice lo siguiente: "Se lo quitaba a los ricos para dárselo a sí mismo". Manuel Vázquez (1930-1995), uno de los grandes ilustradores de la escuela Bruguera, no tenía nada de Robin Hood. Además de dibujar como los ángeles y crear personajes imperecederos como Anacleto, las hermanas Gilda, la familia Cebolleta y la familia Churumbel, sableaba a todo el mundo, daba esquinazo a sus muchos acreedores, tenía varias esposas y mantenía varias familias.

A Oscar Aibar y Santiago Segura, director y protagonista del filme, les interesa más el Vázquez personaje que el Vázquez dibujante. El propio autor ayudó a cimentar aún más su mito como pícaro y enemigo número uno del fisco con una brillante serie autobiográfica publicada en el último tramo de su carrera, y sobre esa idea se apuntala la película. Segura se siente verdaderamente cómodo en la piel del personaje y realiza una de sus composiciones más matizadas: por una vez vemos al Segura actor antes que al Segura máscara.

Uno de los logros de Aibar reside en la recreación/restitución de la Barcelona de los 60 y todo el universo Bruguera. Si las animaciones de algunos de los dibujos de Vázquez no acaban de funcionar (efecto digital en un mundo cien por cien analógico, el de Bruguera), la descripción de los lances en la editorial, las pugnas con el gerente carca que encarna Alex Angulo, la relación de Vázquez con el otro gran autor de la casa, Francisco Ibañez (que da lugar a una emotiva secuencia final) y las aventuras picarescas del protagonista conforman un atractivo tapiz que nos retrotae a una época superada, los años 60 durante el franquismo, y un arte, el de los ilustradores Bruguera, para nada olvidado.