No es la primera vez que ocurre, pero tampoco es una situación muy normal. Este viernes no aparece ninguna película fuerte de Hollywood, a no ser que la renacida Sandra Bullock consiga reventar la taquilla (ya lo ha hecho en Estados Unidos) con The blind side (Un sueño posible) , la tragicomedia sobre la diferencia por la que ha logrado este año un inesperado Oscar a la mejor intérprete protagonista y el Globo de Oro en la misma categoría.

La historia que narra está basada en la obra The Blind Side: Evolution of the Game , de Michael Lewis, sobre un joven valor en alza del fútbol americano.

Flagrante muestra de autoindulgencia burguesa y racismo disfrazado de paternalismo caritativo, esta película habla de blancos ricos e inmaculados al rescate de negros pobres y necios, convertidos en meros adornos de su propia historia.

Una familia de Menfis (encabezada Sandra Bullock) recoge a un niño negro de las calles durante una tormenta, como si fuera un perrito. Tiene sobrepeso y proviene de una familia humilde y desestructurada. En su nuevo entorno, Michael aprenderá a salir adelante trabajando duro y es educado hasta que se convierte en estrella del rugby al estilo USA. El apoyo familiar será fundamental para conseguir ser reconocido como un americano de los pies a la cabeza.

"¿Soy una buena persona?", pregunta al final el personaje que encarna Sandra Bullock, como si cada escena no estuviera consagrada a santificarla. Ese es el gran problema: la protagonista del filme nunca cambia, nunca experimenta un momento de duda o culpa o egoísmo, y, al cabo de un rato, su derroche de bondad empieza a parecerse sospechosamente a la vanidad.