La última novela de Paul Auster, Sunset Park , trata sobre la necesidad de creer en las utopías, aunque estas estén predestinadas a desaparecer. En la época en que Obama ha sido elegido presidente, parece existir una posibilidad de escape para cuatro personajes en busca de su identidad. Su confusión coincide con la de un país hundido en la crisis económica.

En Miles Heller, figura central de la novela, encontramos el paradigma de héroe austeriano. El hombre fuertemente ligado a una figura paterna, el hombre que rompe con todo para empezar una vida errante, el hombre que se fustiga borrando su identidad para luego acabar admitiendo que el pasado siempre vuelve, como una marea negra o como una posibilidad de reconciliación. A su alrededor levitan la gente que ha abandonado, la gente que le ha abandonado y la gente que encuentra y reencuentra.

Cada capítulo remite al punto de vista de uno de los personajes, pero Auster opta por no variar ni la voz ni el estilo, como si en realidad todos estuvieran pasando por la misma tragedia. Lo más admirable es que Auster cartografía el desencanto de esa conciencia, lo que tienen en común distintas generaciones de americanos, los que se enfrentan a una empresa imposible viendo cómo mueren los amigos por el camino o los que tienen todo el futuro por delante, aunque lo vean tan negro como la noche. Y lo hace sin complicarse la vida pero sin dejar de ser un gran narrador.

Por eso los personajes riman. Por eso la violencia interior de Miles Heller es la de Ellen Brice, una de sus compañeras okupa en Sunset Park , que se entretiene imaginando obscenidades o actos crueles. Por eso se sienten culpables por una pérdida de la que son responsables, por eso tienen o han tenido relaciones sexuales con una/un menor, por eso son distintas versiones de una idéntica angustia vital. Es esta una de las más logradas obras de la última hornada austeriana: la novela sirve a la vez como meditación sobre la vida, como un ramillete de flechas que pueden o no lanzarse, como relato sobre la necesidad de comprometerse para cambiar la realidad por mucho que duela, como fábula sobre la obligación de asumir las consecuencias de nuestro pasado.