Dado que las enseñanzas de la doctora Elena Ochoa o Lorena Berdún han cosechado más fracasos en la educación sentimental del país que todas las reformas educativas juntas, desde aquí hacemos un llamamiento al doctor Bacterio. El popular científico del tebeo debería investigar si la paz emocional está sólo a la altura de budistas como Richard Gere (aunque, como ayer, de vez en cuando dé rienda suelta a su karma de drag queen), o si estamos condenados al desasosiego de ese tipo de vidas ejemplares que glosan las revistas y tertulias del corazón.

El primer caso que debería investigar es una relación que parece gestada en la dimensión desconocida: la de Pepe Navarro y Vicky Martín Berrocal, exesposa de Manuel Díaz, el Cordobés. Para que nadie se pierda: Navarro apareció el jueves en la revista Diez Minutos jugando a los romeos con Martín Berrocal en una cala de Ibiza.

Pero el idilio ha tenido una difícil digestión. Según han sabido las _ Miss Marples del corazón, el periodista, padre de dos hijos, tendrá otro niño dentro de dos meses con una mujer llamada Lorena Y, claro, se ha liado. Como una purga judeocristiana por sus años de Mississippí, Navarro se ha visto enviando un comunicado pidiendo "respeto" y confiando en arreglar en la privacidad lo que todas las tertulias se empeñan en ventilar con el ardor que en las radios hablan de la OPA. Por su parte, Martín Berrocal pone cara de esfinge cuando el comando de la alcachofa la asalta esperando a que les diga si conocía los _ tempos familiares de Navarro.

Las vidas achuchadas siempre han vendido mucho más que, por ejemplo, la biografía del presentador Ramón García. El misterio que debería resolver el doctor Bacterio es si, como dicen, algunas personas (tipo Ana Obregón) tienen la memoria de los peces, que olvidan en tres minutos lo que otros no olvidarían en tres vidas. En Hartmann de Barcelona hay una muestra de fotos Romy Schneider tomadas en 1966 por César Lucas. En ellas, lleva un anillo de diamantes que le regaló Visconti, amigo suyo y amante ocasional de su novio, Alain Delon. La noticia de este affaire, por lo visto, le despedazó el corazón. Pero Schneider, que murió en 1982, jamás olvidó al actor. Lo que habría dado por una cura de amnesia.