A los 52 años, Jorge Luis Prats (La Habana, 1956) ya piensa en dejar sus conocimientos musicales a los más jóvenes. Si algún conservatorio español estuviera interesado en este pianista cubano, con una larga trayectoria, que apenas descansa en sus viajes por el mundo, que se mueve por el barroco como pez en el agua, pero también entre los románticos, que sepa que Prats estaría dispuesto a escuchar alguna oferta. Al fin y al cabo España es su otra patria, ya que hace tiempo que posee esta nacionalidad.

Este concertista mostrará la cara más eufórica de la música de Tchaicovsky en el concierto para piano número 1, que ofrece con la Orquesta de Extremadura este fin de semana en Cáceres (hoy, Gran Teatro) y Badajoz (mañana, palacio de congresos). Es el último de la temporada de abono de la formación extremeña y está dedicado al compositor ruso, ya que en la segunda parte interpretará la sexta sinfonía, Patética , "la más dramática de la historia de la música", según declara Prats.

De este intérprete casi se podía decir que es un hombre música . Si en algún momento alguien se queda solo en la sala de ensayos, cuando ya han concluido todas las pruebas, ese él. No es extraño, porque procede de Cuba, y aunque sus abuelos y sus tíos fueron músicos, "dicen que la música sale en el país como la hierba que crece". Así que a los 6 años ya se divertía tocando pasodobles junto a su padre.

El paso a la Escuela Nacional de Artes de La Habana fue natural. "Nunca me di cuenta", dice, de que había sido atrapado por la música. "Yo era el que más horas se quedaba sentado aprendiendo. Nací con la música, así que, para mí el mundo y la música son la misma cosa. No es algo que esté ahí fuera, no es un acto mecánico y sino que expresa tristeza, alegría, emoción, drama, sentido del humor".

Y de esa dedicación total surgieron las posibilidades de ampliar estudios en Moscú, París y en Viena, bajo la tutela de grandes pianistas y pedagogos musicales como Magda Taglieferro, Rudolf Kerer y Paul Badura Skoda. Compositores como Rachmaninoff, Grieg, Schumann, Chopin, cubanos como Ernesto Lecuona o brasileños como Heitor Villalobos figuran entre sus grabaciones y en sus programas de conciertos por todo el mundo.

En el 2005 actuó por primera vez en Extremadura. Prats había conocido al director de la Oex, Jesús Amigo, en México. Allí tocó el concierto para piano de Ravel. "Nos sentimos a gusto, esa coincidencia fue una suerte para mí". De ella surgió la invitación para venir a la región, que ha repetido en varias ocasiones. Aquí se encontró, cada vez, con una orquesta "que no es la misma sino cien veces mejor. Es un gusto profesional superior encontrarme con esos músicos de tan alta calidad, con los que uno se siente tan bien. Mire, no lo digo por halagar. Yo vengo de tocar en la Concertgebow de Amsterdam, que dicen que es una de las mejores. Así que de la extremeña puedo decir que es un lujo".

Jorge Luis Prats es un pianista errante. Y en esto es como cualquier solista de primera fila, que es reclamado por innumerables auditorios. Basta que él enumere sus últimas semanas para darse cuenta de ello. "Nunca puedo tocar en mi casa", resume. Viene de Estados Unidos, de China, de Los Angeles, de Miami. Después de Extremadura, el domingo viajará a Londres. El martes estará dando sus clases maestras en Lalín (Pontevedra), "que me acogió como si yo hubiera sido siempre de allí", y cuatro o cinco días después volará a Nueva York.

"Es una vida muy rara y muy difícil", reconoce. "Pero si uno lo ve positivamente, no se da cuenta del esfuerzo que le supone. Enseguida le llena la emoción de llegar a un auditorio, de encontrarse con el público, de tocar finalmente y sentir que existe esa necesidad espiritual de la música que otras especies no tienen...". Y en ese dar y compartir con la gente, halla el pianista su ganancia. "No soy un hombre ambicioso. Lo que tengo es lo que hago, y por eso soy feliz. La vida me ha dado la oportunidad de hablar a través de la música", dice cuando se le pregunta por este momento de sus casi 53 años, con una carrera consolidada, con todos sus conocimientos y su técnica asimilada.

Pero acude a Extremadura no tanto para hablar de sí mismo como para hacer música. Así que, ¿qué puede decir del concierto de Tchaicovsky?. "Pues que es un señor concierto, uno de los grandes, que refleja una de las vetas del compositor, la de la alegría, la de la fantasía".

La cara opuesta, la otra veta, de esta música es la que aparece en la sexta sinfonía, compuesta el año de la muerte del músico ruso (1893, a causa oficialmente del cólera, pero también se ha especulado con el suicidio).

"Te deja en tal estado de tristeza y depresión que uno entiende que el compositor pudiera sentirse morir. Cuando yo la escuché por primera vez no pude aplaudir". Esta doble cara del músico (la eufórica y la trágica) "es una demostración de honestidad, un reflejo de que un hombre es muchas cosas en su vida, que se sume en dificultades, en retos, pero que vive también la alegría".

ESTEBAN SANCHEZ Tratándose de Extremadura, surge el nombre de Esteban Sánchez, uno de los grandes pianistas españoles del siglo XX. A diferencia de Prats, Sánchez renunció a una carrera de conciertos por todo el mundo, como le estaba deparado por su calidad y prestigio, y se refugió en sus clases de conservatorio hasta su muerte en 1997. "Qué monumento, qué artista", se entusiasma Prats. "Nunca me canso de oír sus grabaciones, la de la suite Iberia de Albéniz. Lo tiene todo. Así que para mí es un honor venir a la tierra de Esteban Sánchez".

¿Y cómo vive las vicisitudes de su país? "¿Y cuál es mi país? Tengo casa en Cuba, pero también en Estados Unidos y en España. Vivo donde me gana la noche. Yo me siento de aquí. Mis abuelos eran españoles y si tengo la aspiración de vivir permanentemente en algún lugar ese es España. A mis años ya pienso en dejar mi conocimiento en otras generaciones". Así que si algún conservatorio se entera, aquí está disponible el pianista Jorge Luis Prats.