´Yo el supremo´

Autor: Augusto Roa Bastos

Precio: Un euro

El paraguayo Roa Bastos nació en Asunción en 1917, aunque pasó su infancia en Iturbe, en la provincia de Guaira. Ha viajado y desarrollado su labor profesional y cultural por numerosos países europeos y americanos. En 1989 recibió el Premio Cervantes. Además de novelas, ha escrito cuentos, poesía y teatro. A ello hay que añadir su dedicación al periodismo, la crítica, la docencia y los guiones cinematográficos.

Yo el Supremo se enmarca en una trilogía sobre la vida, la sociedad y la historia paraguaya, desde la perspectiva de su cultura bilingüe, entre el español y el guaraní, que proporciona a este país unos rasgos personales. La trilogía la constituyen las novelas Hijo del hombre (1960), Yo el Supremo (1974) y El fiscal (1993).

Yo el Supremo nos dibuja la figura de José Gaspar Rodríguez de Francia, líder civil de la emancipación política del Paraguay y su "dictador perpetuo" entre 1814 y 1840. Roa Bastos reconoce los logros del dictador para su país, la soberanía, la autodeterminación y la independencia, a costa de ciertas violencias y maldades, pero por encima de otros aspectos el libro reflexiona sobre la imposibilidad del poder absoluto.

Sigue la tradición hispanoamericana de un subgénero de novelas de dictador que tiene su origen en Tirano Banderas de Valle-Inclán y muestras en autores como Miguel Angel Asturias, Francisco Ayala, Alejo Carpentier, Uslar Pietri, García Márquez y Vargas Llosa; con la perspectiva original en Roa Bastos de la neutralidad de juicio hacia el dictador.

El tema del dictador Francia es una obsesión en la obra de Roa Bastos; no en vano la génesis de Yo el Supremo hay que buscarla en el cuento Lucha hasta el alba , escrito a los trece años, y en una novela inédita, Contravida , escrita con anterioridad y que sería el punto de partida de la redacción de Yo el Supremo ; aparece en la trilogía paraguaya y por último lo retoma en una obra de teatro de 1985 del mismo título.

La obra no se adapta a la estructura tradicional de la novela, sino que es un mosaico, compacto y fragmentado, de textos variados, yuxtapuestos, lo que se ha denominado como "modalidades de escritura". Es a la vez un monólogo del dictador y una polifonía de voces que dan al texto un carácter unitario y plural. El texto parte de un facsímil de un Pasquín manuscrito en el que el propio dictador hace crueles previsiones post mortem sobre sus servicios civiles y militares y sobre sus propios despojos, que serán sometidos antes de su incineración a ultrajantes manipulaciones y exhibiciones públicas. El hallazgo del manuscrito desencadena la narración que trata de la localización de su supuesto autor.

Los Apuntes constituyen otra "modalidad de escritura". Son transcripciones de las conversaciones entre el Supremo y su amanuense Patiño. La Circular Perpetua es una carta-circular donde se recogen las instrucciones y órdenes que el Supremo dicta al secretario Patiño para conocimiento y cumplimiento de los funcionarios del Estado.

El Cuaderno Privado recoge aspectos que tienen como destinatario a él mismo. Todos estos materiales, y otros diversos como las Notas eruditas a pie de página, Oficios, Auto Supremo, Cuaderno de Bitácora, La Voz Tutorial, hojas sueltas, etc, apuntan a la existencia de un compilador del texto que toma la palabra al final del libro.

En la Nota Final del Compilador se justifica el trabajo de recogida y asimilación de documentos, legajos, estudios, tradiciones orales y entrevistas. Y concluye con una paradoja: que lo narrado en las páginas precedentes es tal por haber sido narrado, no por haber sucedido, y así personajes y hechos que la constituyen poseen una existencia ficticia y autónoma. Y una aclaración final que obliga a otra interpretación del título: dice que "dictador" es "el que dicta" a su amanuense, mero intermediario de su palabra, y en este sentido sustituye a "escritores, historiadores, artistas, pensadores".

El dictador asume como supremo poder el de la palabra escrita, por lo que ha perseguido, reprimido y expulsado a quienes la usaban libremente en su país. Por eso, volviendo al principio de la obra, el Pasquín inicial se convierte en máximo símbolo de insurrección: suplanta la voz de su dictado para urdir una venganza feroz contra la dictadura. Yo el Supremo se convierte en mucho más que la recreación de la dictadura de José Gaspar Rodríguez de Francia: es una sutil alegoría sobre la relación entre las palabras, orales y escritas, y el poder. Al final de la novela se recoge un clarificador diálogo-monólogo del dictador con su perro Sultán, en que el protagonista manifiesta su angustia no por la pérdida del poder sino por la pérdida de la palabra.

Yo el supremo es una obra fundamental en la narrativa roabastiana e imprescindible en el contexto de la narrativa del siglo XX. Así, ha sido considerada por su audacia técnica como el Ulises latinoamericano.