Pablo Guerrero tuvo alguna vez la cara limpia de esa barba cerrada tan característica suya de la que no se ha desprendido desde finales de los 60, cuando entró en la música de manera irremediable. Las letras primerizas del músico extremeño, escritas a los 16 años (aparecidas en su primer disco: Amapolas y espigas ), y las del resto de su producción discográfica, hasta Sueños sencillos , se recogen en el libro Pablo Guerrero, un poeta que canta (Verbum), que anoche se presentó en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.

El volumen reúne también, junto a un texto biográfico del músico escrito por su hermana, María Josefa Guerrero Cabanillas, textos de Guerrero para otros cantantes y los poemas del escritor, una suma de su producción musical y literaria que hunde sus raíces en Esparragosa de Lares, donde nació en 1946.

Una guitarra de regalo

"No he querido revisar las letras. He intentado asumir lo que he hecho", afirma el escritor y músico, que a los 16 años recibió como regalo una guitarra, con la que tocaba entonces en un grupo de la escuela (canciones de Los Brincos y Los Bravos) y en las vacaciones en su pueblo (temas de Moustaki, Cafrune, Joan Baez o Massiel).

En 1967 entró en la Universidad Complutense de Madrid: años fundamentales para Guerrero, según su hermana. Pero él matiza esa repercusión. "Fue importante la universidad, pero también estuve en las fábricas, en los barrios, en asociaciones de vecinos, en fiestas de pueblo. Eramos jóvenes airados e impertinentes. Viví las tomas de las facultades por la policía, las manifestaciones.... Pero aprendí más de los amigos, de los escritores que de los profesores".

Poco después se publicó su primer disco (1969), y enseguida, en el final del franquismo, llegó el reconocimiento de la mano de una canción emblemática, A cántaros . Fueron años de compromiso y éxito simbolizados en su actuación en el Olympia de París en 1975. No hay nostalgia en la mirada de Guerrero hacia aquella época, la más activa y comprometida. "Lo que hago ahora es mejor. Procuro no tener una memoria pasiva respecto al tiempo pasado. Tal vez en los años 80 echaba de menos los 70. Pero ahora vivo en mi tiempo".

Por eso, al llegar los 80 se produjo un silencio en su carrera. "Se dedica a investigar nuevas formas musicales y poéticas", escribe su hermana. Durara poco, porque enseguida volvió a grabar y ha mantenido un ritmo de tres a cinco años entre disco y disco. Su última etapa la define Alas, alas , en que ahonda en sonoridades musicales con mezclas de ritmos étnicos y tradicionales. Tras cinco años de pausa discográfica, en diciembre acomete Plata , que, explica, "sigue la línea de mis anteriores discos y a la vez da un paso adelante al intentar decir cosas nuevas o ahondar en lo que he dicho".