Antes que Iván Zulueta (Arrebato, 1979) y Pedro Almodóvar (Pepi, Luci, Bom..., 1980) en Madrid, y antes que Antoni Padrós (Shirley Temple Story, 1976) en Barcelona, estuvo Adolfo Arrieta. Él fue el primer underground del cine español. Su corto de debut, El crimen de la pirindola (1966), es hoy una obra mítica. Nacido en Madrid en 1942, se fue a París escapando de los últimos años de la dictadura franquista. Alabado por Marguerite Duras, Jonas Mekas y Enrique Vila-Matas, estrena ahora su último filme, Bella durmiente, particular recreación del célebre cuento de hadas.

Firma la película, protagonizada por Mathieu Amalric, Agathe Bonitzer (hija del director y crítico Pascal Bonitzer) y la musa de Fassbinder Ingrid Caven, con el nombre de Ado Arrieta. Antes apareció como Adolfo, Adolpho o Udolfo. «Siempre quiero encontrar un nombre comercial», comenta el cineasta, que presentó la película en Barcelona con el añadido de un concierto de Ingrid Caven. «Pero nunca acierto. Ahora creo que lo he conseguido: Ado parece bastante comercial».

El sentido del humor, y una cierta distancia, no abandona a este autor de pocos pero significativos títulos, largos y cortos, rodados la mayoría en Francia pero montados en España. Se instaló en París. «Allí siempre me he sentido muy cómodo, es una ciudad muy cinéfila. Pero no solo por la crítica, sino por el público». Ha trabajado con estrellas como Jean Marais (en Le jouet criminal, de 1969); con musas de la independencia como Françoise Lebrun (que antes de hacer con Jean Eustache La maman et la putain intervino en su largo Le château de Pointilly) o Anne Wiazemsky (compañera de Jean-Luc Godard y actriz de Robert Bresson), y con actores no profesionales. «Conocí a Marais por un amigo común; estaba cansado de hacer filmes de capa y espada y aceptó encantado trabajar conmigo».

Aunque rueda poco, Arrieta es un cineasta compulsivo: «Tengo un deseo tremendo de hacer cada película, y en el fondo la película se hace como quiere ella. Después de Merlín [otra particular recreación de un personaje mitad real mitad fabulación, realizada en 1990] me había arruinado. Descubrí al poco tiempo el digital y volví a hacer películas. Nunca sé cómo voy a hacerlas, simplemente tengo el deseo».

Jonas Mekas lo comparó con Andy Warhol y Jack Smith por su poética de la noche y el travestismo, y Marguerite Duras le prestó su casa en París para rodar Le château de Pointilly en 1972. Bella durmiente tiene ingredientes de cuento fantástico, comedia, drama y relato de aventuras. «Releí el cuento en una versión inglesa que parecía escrita como un guion de cine. El proyecto interesó a distintos productores e instituciones, entre ellos la región de Bretaña, que puso financiación. Es un lugar mágico, con una gran tradición en los relatos de hadas».

La Bretaña francesa simula la Letonia del relato, y en ella hay un bosque mágico, el de Kentz, donde no hay espacio para los turistas. «El cuento pasa entre el siglo XVI y el XVII, pero yo he preferido ambientarlo en 1900 y el 2000. Hay muchos cambios en el siglo XX; a los personajes de 1900 no les extraña la tecnología, los móviles, porque en el fondo están acostumbrados al mundo de las hadas».

Arrieta le ha dado mayor protagonismo al hada que realiza el hechizo que enviará a la bella y los suyos a un siglo fuera del tiempo. «Hay casi una historia de amor entre el hada y el príncipe que debe despertar a la bella, pero no quise forzarlo más porque, si no, hubiera sido una historia diferente». Ado, Adolfo, Adolpho, Udolfo. Siempre Arrieta. Un cineasta distinto. Bella durmiente, una película entre tiempos, épocas y estilos, es la primera que se estrena de él en nuestras pantallas.